El rescate ético que nos espera

Llevo tiempo escuchando decir que esta terrible crisis financiera es también una crisis ética y de valores.

Esta tesis se basa en el hecho cierto de que son las decisiones personales las que, al fin y al cabo, configuran las políticas económicas y empresariales. De ahí que parezca pertinente una mínima reflexión sobre el particular.

No es sencillo. Porque, contrariamente a lo que algunos afirman, la consabida leyenda ‘ethic is business’ –que se podría traducir como “ser ético es un buen negocio”- no suele cumplirse. Más bien al contrario: si uno quiere ser ético debe serlo aunque no sea lo rentable a corto plazo.

Sea de ello lo que fuere, del derrumbe económico al que estamos asistiendo quizás se puedan extraer algunas lecciones. Por ejemplo:

-- Esta crisis demuestra que el mercado no remedia, por sí mismo, la situación de pobreza de las comunidades. Tampoco genera espontáneamente mecanismos de autocorrección. El mercado no es la encarnación de la providencia divina.

-- El ansia de dinero no puede ser el único motor de la economía. Ese impulso hiere en lo más profundo a las personas. Es preciso redescubrir la responsabilidad social de la empresa.

-- Algo falla si unos padres entran en crisis cuando su hijo les dice algo así como “de mayor quiero ser filósofo” o “voy a estudiar filología”. Ni hablar. Hoy, lo sensato es invertir en carreras ‘prácticas’: administración y dirección de empresas, ingeniería,  arquitectura… Craso error. Lo decía hace una semana: somos cada vez más ricos en procedimientos como pobres en ideas.

-- Hemos perdido un poco el norte. Antes las cosas tenían un “valor”, existía el “honor”, se apreciaba la “nobleza”. Hoy los objetos tienen un “precio”, prima por encima de todo la “cotización”, hay incentivos sólo para lo “rentable”.

-- Resulta sintomático, en fin, que en estos momentos parezca algo más que una quimera alcanzar un consenso tan admirable como se logró en la Transición. Hoy resulta inimaginable un pacto entre todas las fuerzas políticas y sociales para que, vertebradas entorno a un interés común, se pongan los cimientos de un proyecto de convivencia duradero y orientado al progreso de España.

 

Dicho esto, creo que hay espacio para la esperanza.

Es cierto que esta crisis financiera ha traído consigo un aumento de la ansiedad, del alcoholismo, de los suicidios, de la depresión… Sin embargo, también los momentos de dificultad económica han demostrado ser, a lo largo de la historia, fases de renovación cultural y ética.

Hay analistas que destacan, por ejemplo, cómo durante la ‘Gran Depresión’ americana las familias cerraron filas y menguó la delincuencia. Muchos estadounidenses adoptaron hábitos morales y económicos como el ahorro, el compromiso familiar, el control del propio carácter o la frugalidad en el consumo.

Este rescate ético y moral quizás nos va a permitir redescubrir pequeños placeres cotidianos sepultados ahora en el olvido: el placer de un almuerzo familiar en la terraza de casa, de unas vacaciones en el pueblo de los abuelos o de un paseo por el parque con los niños.

Más en twitter: @javierfumero

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