Una Televisión de postguerra

Una Televisión de postguerra. Así es como han definido algunos una noticia dada por el Telediario de la 1 sobre el pudor en el vestir. Aparte de que llevamos en la postguerra desde las guerras púnicas, cuando se trata de ética o de moral, la moral “de antes” no es ni mejor ni peor que la moral “de ahora” o que la moral “de después”. Por eso, si de lo que se trata es de criticar o de defender un determinado comportamiento humano, habrá que hacerlo dando argumentos sólidos y no tópicos al uso.

Por otro lado, cuando se habla de “provocación” en la manera de vestir, casi siempre se habla de moda femenina y a algunos/as puede parecerles inapropiado que hable sobre ella un hombre, o sea, yo. Aparte de que sería exagerado someterse a una operación de cambio de sexo sólo para poder escribir este artículillo, yo pienso todo lo contrario: somos los hombres los que más tendencia tenemos a sentirnos ofendidos (o excitados) por la forma de vestir de las mujeres y no al revés. La sensibilidad de unos y otros debe de ser distinta a este respecto, vamos, digo yo.

¿Qué es el pudor? El diccionario de la RAE no se moja en absoluto y sólo ofrece una serie de sinónimos como honesto, decoroso, decente, etc, cuyas definiciones, a su vez, se remiten a los mismos sinónimos. Yo, modestamente, sí me atrevo a dar una definición de pudor, a la vista de lo que yo siento y a la vista de lo que he visto que sienten los demás: pudor es la vergüenza del propio cuerpo. Todavía hoy mucha gente, si se encontrara desnuda, de repente, en medio de la calle, sentiría vergüenza de verse así y trataría de cubrirse rápidamente. Me atrevo a decir que esa vergüenza, en el ejemplo que les acabo de poner, sería independiente de la belleza del cuerpo que se encontrara súbitamente desnudo. Es decir: tanto un gordo de carnes flácidas como un atleta apolíneo pueden sentir vergüenza de verse desnudos ante los demás. Las razones de esta vergüenza pueden ser muy dispares, pero yo me quedo con dos: la vergüenza y el pudor son modos de proteger nuestra intimidad y nuestra sexualidad.

Hay cosas, hay momentos, que sólo queremos compartir con quienes amamos o únicamente con nosotros mismos y nos da vergüenza, o nos enfada, que sean testigos de ese momento personas ajenas a él, o a nosotros. Vestirnos de una manera que no cubra nuestro cuerpo sino que lo revele y lo exalte ante los demás puede no ser sólo una forma de vanidad, sino también una forma de desprotegernos, una forma de dejar entrar en nuestro mundo interior a personas a quienes no conocemos de nada.

El pudor en el vestir también sería admisible para aquellos que entienden que la pulsión sexual se ha de moderar, mucho o poco. Para esta visión, una forma de vestir que excite sexualmente sólo sería adecuada si dicha excitación se considera positiva. ¿Es positivo que una persona trate de excitar a todo aquel que tenga a su alrededor? No puedo dar una respuesta, pero sí puedo decir que no es en absoluto práctico, pues se corre el riesgo de verse perseguido por una nube de moscones que no ven en ti a un ser humano, sino un objeto con el que satisfacer un instinto perruno.

También puede ser aconsejable el pudor en el vestir si tenemos en cuenta que vivimos cada vez más en una sociedad multicultural, en la que conviven personas y grupos con muy diferentes credos, culturas y sistemas de valores, todos los cuales deben encontrar acomodo en nuestras calles. Para este segundo modo de enfocar el pudor, todos debemos ceder un poco en nuestro modo de comportarnos, para que el resto también pueda encontrarse a gusto en el convivir diario.

No puede haber reglas fijas en el modo de medir el pudor ni de regularlo, aunque en ocasiones algún ayuntamiento, como nos ha sucedido hace poco, puede liarse a poner multas a quienes vayan con el torso desnudo por medio de la ciudad, como si estuviéramos en la playa. Sí es necesario, a mi juicio, darse cuenta de que la existencia del pudor es una constante en la historia de la especie humana y aun en muchos animales, que no consienten en ser vistos por otros en determinados momentos de su vida. Lo que varía es el grado o las manifestaciones de ese pudor.

Tenemos que vivir juntos y tenemos que respetarnos y si hoy te toca a ti vestirte de determinada manera para no ofenderme a mi, mañana me tocará a mi no eructar en la comida (como se hace en otras culturas, por cierto), porque eso te molesta a ti.

 
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