La Alianza de Civilizaciones

Españay Turquía promovieron en 2004 el proyecto de crear una Alianza de Civilizaciones. La idea fue secundada por el secretario general de la ONU, y este año se ha instituido el llamado Grupo de Alto Nivel, un comité de prestigiosos científicos de distintos países encargado de elaborar un programa concreto de acciones para la Alianza. Con el telón de fondo de los acontecimientos de Iraq y Francia, escenarios donde las civilizaciones han entrado en colisión, tal iniciativa parece, por una parte muy oportuna, pero por otra se percibe como el irrealizable sueño de turno, paraíso terrenal incluido. La propia palabra “Alianza” parece marcar desde el comienzo mismo una meta demasiado elevada. Hace un tiempo, el ex presidente de Irán, Jatami, promovió un proyecto similar, al que llamó, de modo más modesto y realista, “Diálogo entre civilizaciones”, pero la idea no despertó el entusiasmo de nadie, pues nadie quería tener nada que ver con Irán. Actualmente, la situación es distinta, y no porque el conflicto entre las civilizaciones se haya agravado, sino debido al prestigio de que gozan los nuevos impulsores. Según explica el representante de Rusia en el Grupo de Alto Nivel, el Profesor Vitaly Naumkin, director del Centro de Estudios Árabes en el Instituto del Orientalismo, “durante el Medioevo, en España existió una simbiosis entre la cultura árabe y la occidental, entre la civilización islámica y la cristiana. Había tanto confrontación como cooperación, pero existía una interacción entre las culturas más positiva que en ninguna otra parte. También son comprensibles las causas que impulsaron a Turquía a promover tal iniciativa. El país aspira a ingresar en la Unión Europea y está interesado en apoyar tal idea (pues, en esencia se trata de una iniciativa europea, no sólo española). A Turquía le conviene ofrecer la imagen de un país musulmán civilizado, moderado y tolerante, que aspira a integrarse en Europa y en la comunidad occidental”. Ello tiene una importancia especial para Erdogan, líder del gobierno turco y de un partido islámico, porque él procura demostrar que una formación de orientación islámica puede ser responsable, democrática, y trabajar a favor de la unión de los valores de los mundos occidental y musulmán, subraya Naumkin. Pero estos argumentos parecen convincentes sólo a primera vista. Los promotores de la Alianza se olvidan del factor tiempo, como a menudo suele suceder. Bien es cierto que España goza de mucho prestigio, y cualquier proyecto promovido por este país es bien aceptado. Pero no vale la pena evocar la vieja experiencia del trato entre los españoles y los árabes, aunque sólo sea porque la civilización árabe de entonces era distinta. Basta con ir a Granada y ver la Alhambra, uno de los milagros más refinados del mundo, para comprender que “aquellos árabes” ya no existen, y que los interlocutores hoy no son los grandes intelectuales y científicos musulmanes del pasado, sino unos vándalos a los que les importa un bledo todos los logros de Europa y que incendian cuanto encuentran a su paso, también hospitales y escuelas... y gracias que no han cargado contra el Louvre. A pesar de lo cual no se puede dejar de dialogar con ellos, porque entonces ¿qué sería? ¿Una Alianza para los cultos e inteligentes? ¿Y los demás? El factor tiempo tampoco se considera tratándose de Turquía. El diálogo –y más aún la Alianza– de Civilizaciones tiene tanto que ver con el pasado, en el caso de España, como con el futuro, en el de Turquía. El propio señor Erdogan quizá sea el más decente de los humanos, pero no va a durar una eternidad, como no dura ninguna persona. ¿Quién sabe cómo será la Turquía de mañana, sin Erdogan? Hace un tiempo, Irán era de hecho un Estado laico, al timón del cual estaba un jeque muy culto, Reza Pahlevi. Todo el mundo sabe qué se hizo de ese país poco tiempo después de que el ayatolá Jomeini regresara del destierro... La buena y bella idea, a mi modo de ver, no ha sido bien sopesada y descansa sobre un ensueño, en lugar de basarse en la realidad. Además, ese proyecto humanitario lo va a realizar una ONU no reformada y sí muy esclerotizada, por lo que las más sabias iniciativas del Grupo de Alto Nivel se ahogarán en una ciénaga de papeleo, banquetes, reuniones y coordinaciones sin sentido. Por último, han olvidado incluir en la Alianza –no se sabe el porqué– a otras civilizaciones mundiales, sin las cuales el mosaico dista de ser completo. En el grupo de los “sabios” no figuran representantes de China, tampoco hay budistas, todo gira en torno al cristianismo y al islamismo, cuando el mundo es multifacético. Así que mucho me temo que el noble intento de turno de imponer paraíso en la Tierra acabará bajo el tapete burocrático.

 
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