Andando

Ha dicho Sebastián que va reducir en un 20% la velocidad máxima en accesos a las ciudades. El objetivo es ahorrar energía, dicen. La propuesta forma parte de una de esas largas y resbaladizas “baterías de medidas” que tanto gustan a nuestros políticos. Una vez más el gobierno tiene un problema que resolver –creo que se les paga para eso- y Sebastián, disimuladamente, hace un quiebro y nos traslada esa responsabilidad a nosotros. Es admirable la habilidad que tienen algunos para lanzar la patata caliente al tejado del ciudadano. Una y otra vez. Me pregunto si esta destreza para echar balones fuera es innata o se adquiere a base de calentar el asiento de atrás del coche oficial. Por cierto que en YouTube hay algunos ejemplos maravillosos de cómo “levantan el pie del acelerador” los chóferes de nuestros gobernantes nacionales y autonómicos y su colosal legión de cargos, carguitos y carguetes públicos. Viéndolos volar por la A-6 no comprendo por qué a los españoles nos impresionan tanto las hazañas de Fernando Alonso.

He estado repasando con atención las diversas medidas que ha propuesto el ministro Sebastián para ahorrar energía. El caso es que estoy muy en desacuerdo con la gran mayoría de las propuestas. Si se trata de ahorrar hay que ser mucho más ambiciosos. Por eso me he tomado la libertad –y pido disculpas por emplear esta sucia e intolerable palabra- de proponer algunas mejoras adicionales.

Andando, señor ministro. Déjese de reducciones de velocidad del 20%. Vaya al grano: mándenos ir andando a todas partes. “Prohibido circular en coche dentro de las ciudades y pueblos. Y fuera también”. Y se acabó. Esa pesadísima obsesión de los gobiernos de España por reducir la velocidad máxima en carretera sólo provoca una conducción insegura y estresante. Los últimos tres frenazos salvajes que he dado con mi coche han sido precisamente por evitar entrar superando levemente los límites permitidos en alguna zona controlada por radar. Ahora, cuando viajo, paso más tiempo mirando al cuentaquilómetros que a la carretera. Sea por “nuestra seguridad”, o por “nuestro ahorro” no paran ustedes de limitar la velocidad y subir las multas. Los conductores normales viajamos muertos de miedo. Entre los anuncios Tarantino que se gasta la DGT y la succionadora de euros que ustedes han instalado en el Departamento de Multas, vamos temblando al volante. Así que mejor olvide esa idea de reducir más aún la velocidad. Le regalo un lema, bobo pero eficaz: “el ahorro se demuestra andando”.

Pero si realmente quiere ahorrar energía le propongo la Ley de la Campana. Que a las ocho de la tarde suene la campana en todas las ciudades de España y se corte la luz a todo el mundo. A dormir. Cuando escribo “a todo el mundo” excluyo naturalmente a las viviendas donde habiten miembros del gobierno. Y excluyo también a los hospitales. Ya sabe, ese puntito demagógico queda de maravilla. Y ya puestos a ahorrar, también puede el gobierno cerrar esos dos o tres periódicos, revistas y radios que todos sabemos. Que están todo el día malgastando papel y energía con inconcebibles reproches a su gobierno. Si no saben cómo llevar a cabo esta última idea pueden pedir consejo a Chávez, el humorista.

Hasta hace poco pensábamos que el dedo índice más largo del mundo era el de José María Aznar. Pero estábamos muy equivocados. Si se trata de mandar, prohibir y emplear el dedo índice con clara intención imperativa, cualquiera de los ministros de Zapatero le saca al dedo de Aznar entre tres y cuatro falanges. Por supuesto, en el sentido más huesudo del término.

 
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