Mayor Oreja debe tener cuidado con las garras de Rachida Dati

Rachida Dati tiene la ventaja de ser una de las mujeres más conocidas fuera de su país. Estoy segura de que si se hiciera un sondeo en España, su nombre figuraría entre las francesas más conocidas, junto a Carla Bruni y Ségolène Royal. El propio Sarkozy pudo comprobarlo la semana pasada cuando estuvo en Alemania para participar en un mítin conjunto con Angela Merkel. La canciller alemana, según cuenta Le Point, se acercó a saludar a Rachida Dati con un “nice tu see you again”. Y Sarkozy extrañado le preguntó a su ministra de qué la conocía. Claro está que han coincidido en alguna cumbre europea pero, sobre todo, de lo que le suena a Merkel el rostro de Dati, es de haberla visto en la portada de toda la prensa alemana, igual que de la española.

Recuerdo la primera vez que la vi, o que reparé en ella. Estaban entrevistando a François Hollande en un programa de televisión, y entre los invitados que iban pasando por el plató se encontraba Rachida Dati, entonces portavoz de Nicolas Sarkozy para las elecciones presidenciales. Dati, con un aplomo inhabitual para quien no está acostumbrado a debatir en público, consiguió desestabilizar al entonces secretario general de los socialistas, conocido por tener el colmillo retorcido y una gran capacidad para encajar los golpes bajos. Pero el aplomo y la seductora sonrisa de Dati le dejaron pegado.

Muchas cosas han pasado desde entonces. Rachida Dati fue nombrada ministra de Justicia; durante un tiempo hizo el papel de casi-primera dama, entre la partida de Cécilia y la llegada de Carla; pasó a ocupar primero las portadas de las revistas people que la inciensaban, y después las de las revistas políticas que la denostaban.

Tras dar a luz en enero, acontecimiento seguido por medio mundo que discutió la oportunidad de su breve baja maternal, Nicolas Sarkozy le anunció que iría de número dos en las listas europeas, y por tanto abandonaría su ministerio. En la cancillería apura sus últimos días y saca sus últimas garras.

Este martes me sorprendió recibir un e-mail del Ministerio de Justicia (suelen ser bastante parcos a la hora de comunicar, nada que ver con las sobredosis de información con las que nos empapelaba el ministerio de Educación cuando Jack Lang estaba al frente). Más curioso aún, la nota iba firmada por Rachida Dati. El contenido no tiene desperdicio y da buena cuenta del carácter de la todavía ministra de Justicia.

En el texto, Rachida Dati, contesta a las declaraciones que la antigua ministra de Justicia, la socialista Elisabeth Guigou, había hecho por la mañana en una radio tratando a Dati de autoritaria e incompetente.  “La arrogancia de Elisabeth Guigou”, escribe Rachida Dati, “es reveladora de la actitud altiva de ciertos socialistas frente a los sufrimientos de nuestros conciudadanos en su vida cotidiana”. A continuación, Dati hace una comparación de las cifras de delincuencia, menores detenidos o suicidios en cárceles entre los periodos que una y otra han dirigido el ministerio de Justicia, para concluir: “dejo al cuidado de los franceses juzgar la grandeza de Elisabeth Guigou en tanto que ministra de la Justicia”.

Debió parecerle poco a Rachida Dati porque 1 hora y 20 minutos después envió una posdata no menos asesina: “Teniendo en cuenta la inteligencia de Madame Guigou, ésta no debería acogerse al arcaico principio según el cual todo predecesor menosprecia a sus sucesores”.

Seguro que para este martes ya se le habrá pasado el soponcio y habrá guardado las garras para acoger a Mayor Oreja.

 
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