¿Oirá Zapatero la voz de la calle?

Ya les adelanto mi respuesta a esta pregunta: no, no escuchará, ni oirá, ni atenderá lo que cientos de miles de ciudadanos le pidieron el pasado sábado en las calles de Madrid. Y no lo hará por diferentes motivos que paso a explicar.

En primer lugar, el clima de fondo que se respiraba en la manifestación convocada por el PP es todo lo contrario de lo que está haciendo Zapatero desde que llegó a la Moncloa. Si los manifestantes, tanto los que acudieron como los que no pudieron ir pero se identificaban con el espíritu que latía, desean que España siga siendo una gran nación, el actual Presidente tiene otro proyecto para nuestro País que conduce irremisiblemente a su desintegración.

Cuando hace tiempo dijo aquello de que España es un concepto “discutido” y “discutible” no solamente estaba diciendo una solemne tontería, sino que en el fondo estaba proyectando su idea sobre nuestra Nación. Por eso se empeñó personalmente en sacar adelante un Estatuto de Cataluña que deja al Estado como algo “residual” en aquella parte de España; por eso tiene una clara tendencia a pactar con los nacionalistas antes que con el PP.

Si los manifestantes del pasado sábado le pedían que abandonar su estrategia de negociación con ETA, Zapatero ha dado muestras más que sobradas que incluso con el atentado en la T-4 de Barajas, no está dispuesto a renunciar a lo que hasta un ciego puede ver que es algo suicida: apaciguar y negociar con la bestia etarra. Y es que además, Zapatero puede estar atrapado en una malla en la que él mismo se metió y ahora ni sabe, ni quiere, ni puede salir.

Pero el Presidente ha calculado mal el nivel de indignación ciudadana que su decisión de excarcelar el sanguinario terrorista De Juana Chaos ha producido en una mayoría de españoles. Una indignación que ha ido creciendo a medida que se han conocido detalles sobre los privilegios que el miembro de ETA gozaba durante su estancia en el Hospital Doce de Octubre o a medida que el Gobierno ha ido, de forma torpe y torticera, intentando explicar una decisión que es muy difícil de aceptar y de entender para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad hacia las víctimas del terrorismo. Y de eso, los españoles han dado en los últimos años muestras mas que sobradas de saber estar siempre junto a los que mas han sufrido el embate del terrorismo etarra.

En veintiséis meses, los españoles se han manifestado en ocho ocasiones para pedirle a Zapatero que no negocie con ETA. Es decir, una media de una manifestación cada cien días. Pero el Presidente no ha hecho ni caso. El, que dijo aquello de que oiría la voz de la calle y que haría del Parlamento el centro del debate de la vida política, ni una cosa ni otra. Ni oye a los ciudadanos, y además escurre el bulto y no quiere comparecer en la sede de la soberanía nacional, el Congreso de los Diputados, para explicar personalmente porque ha decidido que De Juana Chaos cumpla el resto de la pena que le queda –quince meses- de forma plácida en su casa.

Pero todo esto no le va a salir gratis a Zapatero. A estas alturas del partido ya sabe que la indignación que se ha vivido por toda España en las últimas fechas1, no es debido a la “agitación callejera” –término empleado, ¡oh casualidad! por El País y por la Vicepresidenta Fernández de la Vega- promovida por el PP, sino a un estado de cabreo y de hartazgo generalizado por lo que ha sido percibido como una cesión al chantaje planteado por un terrorista.

 Ya le gustaría al partido de Rajoy tener esa capacidad de movilización que en los últimos diez días se ha podido ver desde La Coruña a Tenerife; desde Oviedo a Sevilla, pasando por Burgos, Valladolid, Zaragoza, Barcelona, León, Santiago de Compostela, Ávila, Segovia, y acabando con la gran demostración cívica que supuso la manifestación del pasado sábado en Madrid.

Dijo Zapatero hace unos días que ahora se estaba en el tiempo de las manifestaciones y que ya llegará el de las votaciones. También dijo que la democracia acaba poniendo a cada uno en su sitio. Efectivamente, pero que tenga mucho cuidado el Presidente con esa prepotencia que rezumaba el tono de ambas aseveraciones, porque a lo mejor se lleva un susto de muerte, empezando ya dentro de dos meses en las elecciones municipales y autonómicas.

 
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