Salutaciones a Chesterton

ECD anunciaba el 17 de enero la inminente salida a la venta de una revista con «vocación de “argumentario” para la derecha», apoyada en un envidiable plantel de firmas. Entre ellas la de Ignacio Peyró, que en esta misma casa custodia la sala de los bibelots, apartada del discurrir mundano y abierta sólo para los lectores selectos que saben vislumbrar lo inmarcesible a la luz de un crepúsculo tamizado por antiguos cortinajes.

Con el primer número ya entre las manos, puede confirmarse que la calidad de lo que en él se publica no desmerece del autor epónimo elegido para nominar su cabecera. ¿Qué opinaría Chesterton de Chesterton? Seguramente le gustaría. Se atiene a la ortodoxia y al sentido común, dos principios rectores del pensamiento del escritor británico, que la revista adopta de forma explícita como propios. También practica el sentido del humor, de una manera que la diferencia de otras publicaciones afines en ideología.

De hecho, es este rasgo novedoso el que puede procurarle un hueco en un mercado quizá próximo a la saturación (como señalaron en sus comentarios al pie de la noticia del 17 de enero algunos lectores escépticos). Pues al fin y al cabo, Chesterton viene a ser un híbrido entre el semanario de información general, estilo Época, y la revistas bimestrales o trimestrales que compilan ensayos y crítica, con alguna entrevista extensa de vez en cuando, al modo de Nueva Revista, La Ilustración Liberal, El Noticiero de las Ideas o Cuadernos de Pensamiento Político de FAES.

Con el suplemento La Gallina Ilustrada y el primer «reportaje-ficción», dedicado a don Mendo en La Moncloa, Chesterton retoma la fértil tradición del humor de derechas, que fue absurdo y apolítico –siempre hasta cierto punto– con Muñoz Seca y con la «otra» generación del 27 en las revistas Buen Humor, Gutiérrez y La Codorniz, pero que también ha sabido ser beligerante cuando las izquierdas han azuzado a las gentes de orden, tan comedidas por lo común. Y entonces han surgido Gracia y Justicia, revista satírica de los años treinta que se mofaba de los excesos progresistas de la República, o esta Gallina hodierna, que aparece en un contexto con unas líneas básicas no tan alejadas de las de entonces.    

A una publicación que se declara «cristiana, española, constitucionalista y libre», y que pretende cobijar en sus páginas a liberales, conservadores y democristianos, sólo podemos desearle feliz andadura. Y a la vez, tomando el título de su editorial –«Lecciones de la historia, aquí y ahora»–, debemos advertirle de las asechanzas que la esperan no sólo del adversario político, pues al fin y al cabo la trayectoria de la derecha española contemporánea es también, con breves excepciones, la crónica de un cainismo a pequeña escala. Suerte, amigos, y concordia.

 
Comentarios