¿Solidaridad real o cálculo hipócrita?

La propaganda del gobierno cubano sobre la supuesta solidaridad en la medicina, la educación y el deporte hacia otros pueblos se desborda. La televisión y otros medios fuertemente controlados por el régimen invierten enormes cantidades de tiempo en pretender demostrar la inmensa generosidad hacia los necesitados del mundo, en especial de América Latina. Esa propaganda siempre ha existido, pero ahora se incrementa para tratar de contrarrestar las acrecentadas dificultades económicas y sociales internas, y sus consecuencias políticas.

También la exagerada campaña tiene el objetivo de enfrentar el creciente aislamiento del régimen a nivel internacional, provocado por la injusta y cruel muerte de Orlando Zapata Tamayo, la represión contra activistas de derechos humanos, así como las huelgas de hambre que mantienen varios compatriotas, quienes desesperados por la situación nacional han adoptado ese supremo recurso con peligro para sus vidas.

El régimen, de forma poco original, ha utilizado la solidaridad para agenciarse una posición política internacional y dar una imagen distorsionada de la situación interna. La desproporcionada cooperación es realizada sin tener en consideración las condiciones de miseria existentes en la Isla, y cuando la crisis se profundiza aceleradamente.

Mientras en Cuba el sistema nacional de Salud Pública se deteriora progresivamente y decenas de pacientes fallecen por carencia de alimentación y atención adecuadas, como ocurriera en enero en el Hospital Psiquiátrico Nacional de Mazorra, el gobierno se vanagloria de su asistencia al exterior.

Asimismo, la tradicional falta de medicamentos se agudiza y el pueblo tiene que pedirlos a sus familiares y amigos residentes en el exterior. Además, continúa el deterioro de los hospitales, policlínicos y dispensarios médicos, con frecuencia carentes de elementos básicos para prestar servicios.

En cuanto a la educación el panorama es todavía peor. La calidad de la enseñanza se desploma a tal extremo que los estudiantes universitarios a punto de graduarse han sido obligados a realizar cursos remediales de materias tan elementales como la ortografía por las deficiencias que arrastran de los niveles primarios. Desde hace años se produce la fuga masiva de profesores experimentados debido a bajos salarios, falta de condiciones mínimas para laborar y a presiones políticas insoportables. Ese personal calificado fue sustituido por jóvenes inexpertos, los llamados “maestros emergentes”, factor fundamental en el descenso del nivel de instrucción. Se une a ello una educación dogmática, basada en la escolástica oficial con la cual se ha tratado de castrar el pensamiento creativo de las nuevas generaciones.

Igualmente, los jóvenes cubanos apenas tienen acceso a las técnicas de la informática; una política dirigida a impedir el contacto con ideas “perniciosas” que pueden llegar a través de Internet que está prohibida en los hogares cubanos, con la excepción de pocas personas autorizadas. 

Los cubanos favorecen prestar su apoyo a los pueblos en dificultades. La inclinación a extender la mano a los necesitados forma parte de su idiosincrasia, Ahora cuando la hermana Haití ha sufrido la devastación por los terribles terremotos, es totalmente justificado compartir lo poco que se posee. Sentimos orgullo por la labor que están desarrollando allí nuestros galenos y demás personal, en muy adversas condiciones. Sin embargo, actuaciones tan loables no pueden utilizarse para justificar la represión, la falta de libertad y el bloqueo al progreso nacional mantenidos por las autoridades en Cuba.

Por otra parte, la colaboración mantenida con otras naciones tiene que adecuarse a las posibilidades reales de asistencia del país. Cuando la crisis se profundiza, resulta un contrasentido que decenas de miles de jóvenes procedentes de naciones con superiores condiciones económicas que Cuba cursen estudios gratuitos aquí. Como dijera un dirigente cubano hace muchos años, incluso cuando la situación económica no era tan crítica como ahora: “Estamos para que nos ayuden o por lo menos ayudarnos nosotros mismos.”

 

Así es: Rusia ha entregado una ayuda humanitaria de 100 000 toneladas de trigo. Entonces ¿qué explicación tiene que sólo en la Escuela Latinoamericana de Medicina haya una matricula de 10 000 jóvenes, provenientes de países de la región en ocasiones con un PIB per cápita dos veces superior al cubano? ¿Qué explicación puede tener que en esa escuela se formen estudiantes de Estados Unidos, la nación más rica del planeta? Las razones son políticas y no de solidaridad y motivos humanitarios. Según el Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) 2009 del PNUD, Cuba ocupaba en 2007 el lugar 22 en Latinoamérica por su PIB per cápita, calculado sobre bases comparables.

Podría argumentarse que en algunos países de la subregión existe una injusta distribución de los ingresos, lo cual es cierto. Pero ¿acaso en Cuba no tenemos un problema igual o peor, cuando el nivel de vida de los ciudadanos no depende del trabajo, sino de tener FE (familia en el exterior), vínculos políticos que permitan trabajar en algunos sectores privilegiados como el turismo con acceso a dadivas de los extranjeros, o ser dirigentes?

Al mismo tiempo, la Mayor de Las Antillas ocupa el lugar 18 en el consumo de electricidad por habitante, según la fuente antes citada; junto a Haití, Surinam y Barbuda posee el más bajo incremento en el consumo desde 1990, un insignificante 0,6%. Una clara evidencia de la ausencia de avance tecnológico.

En cuanto a usuarios de Internet, Cuba está detrás de todos los países de América Latina y el Caribe, incluido Haití, según el IDH 2007-2008. Mientras Uruguay ha entregado gratuitamente computadoras a todos sus estudiantes para promover el avance científico-técnico, lo cual es seguido en distintos grados también por Argentina, Perú, Brasil y otras naciones del área. 

Cuando se hunde la economía cubana y la situación ha llegado a tal grado de destrucción que los bancos no devuelven los fondos extranjeros depositados por falta de liquidez, el acceso a los alimentos es crecientemente difícil para los ciudadanos, la carencia de viviendas se agrava y varias generaciones conviven hacinadas bajo el mismo precario techo, y los demás aspectos existenciales son tan precarios que las personas buscan como solución la salida al extranjero o tienen que cometer delitos para sobrevivir, es hora de dejar de utilizar la cooperación humanitaria como arma política y adecuarla a las menguadas posibilidades de Cuba.

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