Las ruinas del Forum

El empeño de mover el mundo con Barcelona como palanca ha desembocado en la subasta pública del Forum para someter los optimismos contables a una cura de realidad. A la espera de que se presenten cuentas y no excusas, los arrogantes edificios del Besòs van tomando tras su cierre el aire de las ruinas de Itálica famosa, pues toda fiesta es triste cuando acaba. Quizá el fracaso del Forum sea también el fracaso de la ciudad y la cultura concebidas como espectáculo.

El candor y el multiculturalismo in vitro propuestos por el Forum han tropezado con la certeza de que conocer otras tradiciones es algo más que acercarse a sus bailes rituales o a su alfarería. La modernidad del Forum era la propia de una vanguardia regresiva que favorece el multiculturalismo como el nuevo folklore. En un movimiento de hastío, el turista occidental decide traerse la tribu a casa, y así se extinguen la épica y la capacidad de observación de los antiguos folkloristas. Era difícil imaginar a Caro Baroja o a Menéndez Pidal en Barcelona.

Diversidad, sostenibilidad y el resto de aéreas palabras clave de nuestra época se han vuelto palabras vacías en el paso del artículo erudito a las concejalías de cultura. Por lo demás, la pasión por lo indígena parece la floración tardía que esperaban los bisnietos de Rousseau: se trata de cambiar el pacto social que nos sustenta para reemplazarlo por un paraíso primigenio y feliz, con el trueque a modo de mercado. El regreso a la jaima originaria es el rito de absolución, y la mochila al hombro es la mejor categoría del saber. Tal vez sea un modo de aferrarse a la reacción frente a las aventuras del progreso.

La formulación de la antipolítica encuentra su correspondencia inevitable en el ascenso de la no-cultura. Al final, tras sustituir la iglesia por el museo, van a sustituir el museo por el circo. La pulsión ultravanguardista de Barcelona ha equivocado una olimpiada con una imposible gymkhana cultural, donde cabía esperar todo prodigio salvo el afinado del criterio. Se empieza con el cuentacuentos y se termina así.

Entre la megalomanía, el sentimentalismo y la ausencia de sentido del ridículo, el paradigma del hombre cultivado se cambia por el del hombre entretenido, y la cultura entendida como excelencia pasa a ser cultura entendida como ocio. Desde nuestra esquina de Europa también hemos contribuido a levantar las catedrales y escribir la Ilustración, y parece injusto abandonar ese lento esfuerzo para volver al grado cero del pensamiento. Era difícil imaginar a Caro Baroja o Menéndez Pidal en el Forum, pero es que ellos se acercaron a la cultura con vocación patricia y no masiva.

Todavía no se sabe cuántos errores ni cuántos millones serán precisos hasta que los Estados entiendan que necesitamos menos foros y más bibliotecas, menos samba y más silencio, y aburrirnos con Proust o Azorín hasta gozarlos. Apagado y lejano el tam-tam del Forum, volvemos al placer del hombre que lee solo y piensa solo, con un cierto sentido de la tradición y la idea de que cultura significa cultivarse.

 
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