Balbuceos, tergiversaciones y falacias

Ahora que suenan tambores de remodelación en La Moncloa, en el Consejo de Ministros se ha dado la consigna de que todos calladitos están más guapos. Los ministros y ministras están desaparecidos en combate y hay que buscarlos con lupa y a algunos, en unos días, habrá que buscarlos en su casa.

Ex Maleni, volvió de Siberia aparentemente congelada para hacer las maletas. Aído, que es la más dicharachera, está como arrebujada en la bata de cola y apenas dice algo que no sea contra quienes defienden la vida. De las carteras de Educación, Vivienda, Cultura, Sanidad, Industria etc., se tiene la sensación de que han cerrado como si fueran una pyme cualquiera o un autónomo en paro en espera de que le fusionen con el de al lado. Sebastián, tras dar a luz –es una metáfora- las bombillas de bajo consumo, ha enmudecido y sólo Moratinos y Chacón salen al proscenio, se enzarzan en esa especie de jotas de ‘picadillo’, juegan a las parejas mal avenidas y, por un quítame allá un guardia civil de más o una sargento de menos, dejan a Rodríguez Zapatero sin nada que decir tras la reunión de la OTAN en Estrasburgo.

Un Gobierno que se nos ha quedado en tan poca cosa que ni siquiera es lo que parece y que ya está a la espera de que vengan los de la mudanza.

Pero no todo son ausencias. Hay tres componentes del ejecutivo que están permanente presentes en nuestras vidas: Rodríguez Zapatero, Fernández De La Vega y Solbes, con el pañuelo de las despedidas en la mano. Los dos vicepresidentes y el presidente, un día sí y otro viernes también, se nos aparecen en carne mortal. Hay que reconocer que Rodríguez Zapatero lo hace desde el extranjero y eso le da una vitola más moderna, pero los otros dos son más de su casa y además, mientras el presidente habla de asuntos universales, ellos se quedan en los domésticos.

Pero con todo los tres se ciñen a la actualidad y entre balbuceos, tergiversaciones y falacias, nos adoctrinan.

Porque es tergiversar la realidad, la machacona tozudez de Zapatero y su entorno para hacernos creer que pinta algo en las reuniones en las que se ‘cuela’ tras campañas mendigando una silla. Porque es tergiversar pretender que es el mediador entre América y Europa. Porque es tergiversar querer pasar por líder mundial y protagonista e inspirador de las decisiones que se toman en foros internacionales y es tergiversar colocarnos la píldora de que nuestra crisis económica es la misma y tiene las mismas causas que las de los demás países líderes en economía.

Pedro Solbes balbucea. No habla claro y no se le entiende –salvo algo parecido a Elena Salgado, Elena Salgado, Elena Salgado- lo que dice siempre que tiene que rectificar. Un economista es el que prevé. Una previsión es la que se hace, partiendo de los datos existentes, ahora y aquí, proyectándolos en el tiempo para adelantar lo que puede pasar en un futuro más o menos próximo. Pero el vicepresidente, cada vez que sus pronósticos fallan, balbucea que la causa es que los datos han variado. Pues claro que los datos varían y precisamente para eso se prevé, para averiguar con tiempo esas variaciones y poder actuar sobre ellas.

Lo dicen los que la tratan habitualmente. Cuando la vicepresidenta aparece en la sala de prensa de La Moncloa, con paso resuelto y sonriendo -con la boca mientras que sus ojos son duros como el acero- es que algo malo está pasando. Cuando la vicepresidenta comienza a hablar silabeando y haciendo paradas en cada palabra como para enfatizar la verdad de sus asertos hay que prepararse para la falacia.

Porque falacia es afirmar que la oposición española tiene que hacer como los lideres mundiales que todos intentan ponerse de acuerdo para solucionar el problema. ¿Dónde está el hombro arrimado de la oposición a Merkel, a Sarkozy, a Obama o a Berlusconi? ¿De dónde deduce De La Vega que las oposiciones de los países reunidos en Londres estaban arrimando el hombro junto a sus gobiernos? Una cosa es la colaboración en momentos concretos y para asuntos determinados y otra muy distinta la falacia de confundir la tarea de oposición con la colaboración boba y ciega.

 

Y así entre falacias, tergiversaciones y balbuceos, nos metemos en la Semana Santa. Vacación política incluso para los que la Semana Santa sólo es semana y posiblemente la semana de las vacaciones indefinidas para algunos que ya han encargado las tarjetas con el ‘ex’ por delante.

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