La inmadurez de la juventud

Decía mi abuela que no hay cosa más ridícula que un madurito o una madurita que va de joven, que habla de joven, que se viste de joven y hasta se quiere poner “en el lugar de los jóvenes”. La cincuentona que compite en ropa avanzada con sus hijas de 20 años, o el cincuentón que mete tripa y se viste de clarito, producen risa.

Las intervenciones de los políticos maduros en esa especie de campamentos de verano- que parecen sacados de la película Tu a Boston y yo a California- que son los congresos de las juventudes, producen todos esos sentimientos.

En las últimas semanas era de ver a los políticos del PSOE, en mangas de camisa –igual habían dejado el coche oficial lejos del evento para hacer los últimos kilómetros en moto-, despechugados y con actitudes desenfadadas, explicarse ante los jóvenes intentando ponerse a su altura y haciendo y diciendo gracietas. Un espectáculo.

Y escuchar como el Presidente del Gobierno afirma sin sonrojarse que ha tenido que llegar la izquierda progresista para que en España se dé el trato que merece la familia y, que además de 2.500 euros por hijo, va a dar pisos en las tómbolas de las verbenas veraniegas y eso de que “el futuro es vuestro”, suponía un sofocón aunque se estuviera solamente de espectador de los telediarios.

Y contemplar a Felipe González dando lecciones de altruismo político afirmando que hay que llegar a la política limpio de polvo y paja y no tomar la cosa pública como medio de vida y que es necesario buscarse los garbanzos más allá de los ministerios, era como ver una película de Woody Allen, sobre todo cuando dijo aquello tan gracioso de “yo no he venido a dar doctrina que eso ya lo ha hecho Pepe”.

Y Pepe -Blanco naturalmente- había dado todo un corpus de doctrina. Sobre todo cuando dijo aquello de la caspa política de los del Partido Popular. Que eso si que es razonar y abrir caminos a la ciencia de Maquiavelo, de Locke y de Aristóteles, de una sola tacada.

Y es que ya lo decía mi abuela. Ir de joven es muy arriesgado, porque en cualquier momento y en un esfuerzo, al político ya entrado en años le puede dar un tirón muscular al cerebro.

Y es que en uno de estos campamentos de verano, en cualquier momento en los que se esté dando doctrina, podemos tener una desgracia.

 
Comentarios