Siete días de interrogantes: ¿quiénes fueron los diputados socialistas que no votaron a Bono?, ¿qué diputados populares no hubieran votado a Soraya?

Pues ya está Bono en la presidencia del Congreso de los Diputados. Seguro que lo hará muy bien y seguro que nos proporcionará momentos de sano regocijo. Y es que cuando se habla de sus señorías, incluidos los nuevos y de su regocijo, lo de aludir a si es sano o no, nunca está de más.

Una apertura de legislatura que, con sólo ver las fotos, ya nos dice mucho. Desde Alfonso Guerra afirmando ‘yo no he sido’ cuando se pensaba que él era uno de los no votantes de Bono, hasta las caras de algunos ministros que no saben cuándo tendrán que hacerse la foto del traspaso de la cartera, pasando por Gaspar Llamazares –pancartero él- con su cartelito de ‘esta Ley Electoral es un fraude. Reforma ya’, todo era un poco esperpéntico.

Es verdad que la  ley electoral no hay por dónde cogerla, pero extraña que Llamazares se dé cuenta ahora, él que es tan perspicaz, y no se percatara cuando, por ejemplo, el PCE de Santiago Carrillo tenía un montón más de diputados que la Izquierda Unida de ahora. Y eso no se arregla ni con diputados prestados. Eso vale en el Senado y para el Partido Nacionalista Vasco.

Los nacionalistas de Euskadi también andan en las incógnitas. Y es que de tanto mover el árbol ya empiezan a caerles chuzos de punta en vez de nueces. Por si fuera poco el desastre electoral que han tenido – a las cosas hay que llamarlas por su nombre aunque sea en euskera- ahora les han crecido los enanos del circo que ellos mismos montaron en Mondragón. Un circo bochornoso y canalla que no tiene arreglo por mucho que Urkullu haya querido dar la sensación de rectificación y quiera que pensemos que ha ganado la batalla al siempre cabreadísimo Eguibar.

Rodríguez Zapatero deshoja la margarita del Gobierno, aunque es una sola margarita que se llama Bermejo. El resto, dicen, que está o estaba bastante hecho, pero que las actitudes del todavía ministro de Justicia están descabalando el rompecabezas que ya tenía casi armado el presidente. Comentan las malas lenguas de Ferraz que lo único que salvaría a Bermejo es que Rodríguez Zapatero no quiera dar la imagen de que ha cedido ante las exigencias de los funcionarios de justicia en huelga y que piden a gritos la dimisión del ministro.

Además del rompecabezas del gobierno -que parece que Rodríguez Zapatero está armando en esa larga mesa de Bucarest donde está solo con sus piececillas, mientras el resto de la OTAN se apiña alrededor de Bush-, está el rompecabezas de Soraya. Que ese no es de piececillas sino de romper cabezas de verdad, o al menos de pisar callos. Si se habrán pisado callos en Génova que no ganan ni para sustos ni para comidas. Y Esperanza Aguirre y Pizarro y Montoro y Arenas y, por supuesto, Rajoy van a echarse encima algún kilo de más.

Pero con comidas o no, Soraya Sáenz de Santamaría está encantada con su puesto y con su equipo. Hasta bromea en las ruedas de prensa: ‘al portavoz ni agua’, que la oyó el molt honarable Montilla y se le pusieron los pelos de punta. Que también es ocurrencia de la portavoz hablar del agua con la que está cayendo por el Ebro, por el Ter y hasta por las Ramblas.

Pero seguimos con el deporte nacional que, además de jalear al Geta (que nadie se dé por aludido), de criticar al entrenador del Barça y de apostar a ver cuánto dura Schuster en el banquillo del Madrid, consiste en pasarse el rato en las hemerotecas cotejando lo que decía en plena campaña electoral, Rodríguez Zapatero que iba a pasar con la economía y lo que está pasando, que hasta las gallinas se están poniendo de acuerdo -según los datos oficiales- para fijar el precio de los huevos.

Pero no pasa nada porque ya hay una campaña para que la gente se ría en el trabajo y se desfogue rompiendo cosas. Pues está bien. Lo que sucede es que en algunos círculos políticos el desfogue consiste en machacar al correligionario, y así no se va a reír ni Soraya.

 
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