Influencia demográfica en la política de Estados Unidos

En las elecciones presidenciales del pasado 6 de noviembre se comprobó la creciente importancia de las minorías, en concreto, las procedentes de la inmigración. Suele repetirse que Estados Unidos es un país en que un tercio de los que podrían votar no votan. De ahí la importancia de las campañas para movilizar a los ciudadanos. En gran medida, ahí estuvo una de las claves de la reelección de Obama –aparte de la ventaja de éste en Estados con más votos electorales‑, y del derrumbe final de Romney.

Como en 1988, Obama era el candidato preferido por la minoría de color, aunque él no quería aparecer como su presidente, sino el de todos. Por eso, se mostró remiso a ampliar la llamada acción –discriminación‑ positiva a favor de las minorías. Además, cultivó una imagen más favorable que los republicanos a la legalización de la inmigración clandestina, mayoritariamente compuesta por hispanos (o latinos), en el sentido norteamericano del término: oriundos de América latina, o descendientes de oriundos de esos países, sobre todo, mexicanos. De hecho, hace cuatro años, el 40% de los nuevos votantes eran hispanos y dos tercios apoyaron a Barack Obama. Bien es verdad que sólo ahora, reelegido presidente, plantea una reforma de fondo en las leyes.

La coyuntura parece favorable, en un momento en que, como titulaba washingtonpost.com el pasado 10 de febrero, se presenta "Un futuro brillante para los hispanos". El editorialista recuerda que casi la tercera parte de los adultos hijos de inmigrantes en ese país son hispanos y, como ha sucedido con las generaciones anteriores de inmigrantes, se integran y hacen las cosas bien: "es una buena noticia, y una prueba más de que los descendientes de millones de inmigrantes indocumentados, actualmente en el punto de mira del debate nacional sobre la reforma migratoria, se asimilan y se conviertan en ciudadanos productivos".

Un reciente estudio del Pew Research Center, sobre inmigrantes de segunda generación, vendría a destruir estereotipos más o menos arraigados.

De hecho, el 78% de los hispanos confía en el trabajo duro recompensado por el éxito. La proporción es superior al 72% de los asiáticos americanos que reconocen esa fe en el trabajo, e incluso al 58% del conjunto de adultos estadounidenses. Esto es compatible con que tengan aún una media menor de ingresos domésticos y mayores tasas de pobreza.

Pero la diferencia no es tan grande como algunos piensan. El diario de Washington recuerda que ese promedio de ingresos familiares para la segunda generación de inmigrantes hispanos (48.400 dólares), es sólo ligeramente inferior a la cifra global nacional (alrededor de 50.000). Y la tasa de pobreza de los hispanos (16%) es prácticamente igual a la general del país (15%). Además, crece año tras año el número de los que se gradúan en las universidades.

Por otra parte, el informe del Pew muestra que hablan inglés con naturalidad y soltura, tienen amigos y cónyuges ajenos a su grupo étnico, y se consideran a sí mismos "americanos típicos". Es una prueba evidente de la integración de la minoría más numerosa ya, y con mayor crecimiento demográfico. Cada vez será más natural la presencia de hispanos en la política, especialmente en algunos Estados, como Florida, donde el senador republicano Marcos Rubio puede modificar la percepción de su partido sobre la reforma migratoria, de tanta importancia para el futuro de la nación.

Otro gran Estado con influencia hispana es California. Según las previsiones demográficas oficiales, publicadas a comienzos de febrero, se espera que los hispanos superen a la población clásica de origen blanco a principios de 2014. Hacia 2060, esa proyección estadística señala que serán casi la mitad de los casi 53 millones de habitantes del Estado más poblado de Estados Unidos (el 48%), mientras el porcentaje de blancos no latinos bajará del 39 al 30%, y los negros, del 6 al 4%. La población de origen asiático se estabilizaría en torno al 13% actual.

La evolución demográfica de Estados Unidos, nación fundada por inmigrantes, influirá decididamente en su futuro económico, social y político. De momento, la mayor proximidad en valores éticos fundamentales entre hispanos y republicanos no renta electoralmente a éstos. Las minorías prefieren las promesas sociales de los candidatos demócratas. Pero éstos, probablemente, no tardarán mucho en sufrir las consecuencias de su menor índice de natalidad. Crecerá año tras años la influencia de la demografía en la política estadounidense.

 
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