Los ciudadanos americanos necesitan mensajes de moderación

Joe Biden.
Joe Biden.

No es fácil calibrar los resultados de los comicios del pasado día 8 en Estados Unidos, aunque el escrutinio -no definitivo aún en algunos lugares- confirma la polarización de la sociedad: es tal la igualdad, que aunque en el caso improbable de que se volviera repetir empate en el Senado, lo desharía el voto de la vicepresidente Kamala Harris: no es relevante ya el resultado de la segunda vuelta en Georgia el 6 de diciembre, porque los demócratas tienen 50 escaños. Queda pendiente, cuando termino de escribir estas líneas, la mayoría de la Cámara de Representantes.

         Desde luego, el próximo Congreso no se corresponde con la pérdida de popularidad de Joe Biden: un 45%, el porcentaje menor de un presidente a mitad de mandato desde 1962. Pero su llamada a salvar la democracia al final de la campaña parece haber contribuido a movilizar a sus electores y la auténtica debacle del trumpismo.

         Sobre las elecciones de Brasil, también muy igualadas, algún comentarista señaló que la clave radicaba en saber quién era más rechazado, si Lula o Bolsonaro. Algo semejante se podría aplicar quizá ahora a Estados Unidos: Trump sigue siendo menos querido que Biden. En las competiciones deportivas sucede a veces que los protagonistas de grandes finales son tan brillantes que el espectador lamenta que no puedan ganar los dos. Aquí más bien, para más de uno, se producía el fenómeno antagónico: la pena de que cualquiera de los dos ganaría... Manifesté hace dos años idéntica sensación, avivada ahora por el excesivo protagonismo de Trump, quizá el gran perdedor de esta nueva consulta electoral...: tal vez no tenga más remedio que aceptar ya su condición de loser.

         De ambas radicalizaciones, los electores han preferido la del actual presidente, alejado de la moderación que había prometido al comienzo de su mandato. Está por ver si el oxígeno que ha recibido animará a Biden a facilitar un mayor consenso, al menos, para intentar frenar el previsible obstruccionismo de los republicanos. De entrada, más bien parece que va a seguir considerando enemigos de la democracia a quienes se opongan a su política económica o a su desmesura en materia de libertad reproductiva.

         Pero, en esta gravísima crisis de la paz mundial, sería importante poder contar con unos Estados realmente Unidos: mal va a contribuir Biden a la distensión con Rusia o China, si no consigue unificar a su pueblo en momentos de una incertidumbre que se extiende, incluso, a las hasta ahora arrogantes empresas tecnológicas de Silicon Valley (aunque la economía parece haber importado mucho menos de lo que parecía en los últimos comicios).

         Veo pocos indicios de que –a pesar de la necesidad que se observa desde lejos- vayan a producirse acuerdos bipartidistas en asuntos esenciales para el futuro de la sociedad estadounidense; no contribuirá tampoco a una influencia positiva en la evolución del mundo o, al menos, de occidente.

         No obstante, vale la pena pensar en un dato poco subrayado quizá estos días: la victoria de gobernadores republicanos enfrentados a la vez con Biden y Trump, y beligerantes en las grandes cuestiones culturales; además del de Florida, Ron DeSantis, al que se presenta ya como próximo candidato republicano a la presidencia federal-, así como de gobernadores demócratas más bien centristas y partidarios de objetivos clásicos en materia de emigración y seguridad ciudadana, e incluso partidarios de la elección de escuela en contra de la política de Biden.

         En cualquier caso, habrá que esperar a nuevos y más detenidos estudios demoscópicos para juzgar a fondo la influencia de estas elecciones en el futuro de Estados Unidos. Basta pensar en la relevancia de la cuestión del aborto legal: parece haber influido en algunas victorias demócratas, así como en la acepción o rechazo de los referéndums en ciertos Estados, pero no coincide ni mucho menos con el hecho de la reelección de 22 gobernadores republicanos que han refrendado leyes favorables al derecho a la vida. Sin olvidar que el 8 de noviembre se votaban también otras muchas cuestiones de carácter local relacionadas con los parlamentos estatales, la administración de justicia o la orientación de la enseñanza. No queda más remedio que la espera, aunque abundan datos contrarios a esperar un avance de la moderación.

 
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