Por qué los jueces tuiteros esconden su nombre
Lady Crocs (@LadyCrocs) es, probablemente, la líder del podium de los jueces ‘tuiteros’. Cuenta con 83.000 seguidores en la red social, pero tiene compañeros que la siguen de cerca.
A Judge the Zipper (@JudgeTheZipper) lo leen 67.500 personas; a Angry Juez (@Angryjuez), 18.000 y Serendipia (@Seren_juez) cuenta también con 11.000 seguidores. Todos estos perfiles no sólo coinciden en la profesión y la red social que comparten: todos ellos han decidido optar por pseudónimos identificativos para expresar sus opiniones con mayor libertad.
La identidad de Lady Crocs la reveló el diputado de Esquerra Republicana Gabriel Rufián. Desde entonces, todos conocen que detrás de esa cuenta está la magistrada Teresa Puchol. Precisamente, ha sido ella quien estos días, tras el apuñalamiento de la juez María Sonsoles Sanchidrián en Segovia, ha reabierto el debate de las razones que aconsejan mantener el anonimato en el mundo virtual.
Antes de que un señor diputado me sacara del anonimato escribí esto.
— Lady Crocs (@ladycrocs) December 2, 2020
Lo recupero para exponer los peligros a los que nos exponemos.
Peligros que, lamentablemente, a veces se materializan, como le ha ocurrido a la compañera de Santa María, y a la que deseo rápida recuperación. https://t.co/Sc9BLh0YO5
Puchol contó ya en 2018 los motivos por los que protegía su nombre: “no voy a salir del anonimato por motivos de seguridad. Soy juez en un juzgado de instrucción en el que dicto resoluciones que no gustan. No me voy a jugar el pellejo porque mis tuits desagraden”, escribió entonces.
El Chivato ha comprobado ahora cómo el apuñalamiento sucedido a la juez de Segovia ha reavivado efectivamente el debate sobre la seguridad de los jueces y la privacidad de sus opiniones.
Lady Crocs ha descrito episodios inquietantes que han tenido lugar en la vida real, como la condena a una señora por amenazas a sus vecinas; a continuación ella y el hijo la estuvieron vigilando y tuvo que permanecer escoltada durante semanas.
O aquel día cuando tuvo que afirmar que era “la señora de la limpieza” para poder entrar en su coche: la estaba rodeando la familia de un hombre sobre el que había decretado prisión provisional.