Javier Fumero

Qué maravilla: se acabaron las mayorías

Lo digo ahora, cuando todavía está todo por decidir: me gusta el escenario al que nos dirigimos.

Quedan unas horas para que 26 millones de españoles acudan a votar en un momento histórico sin precedentes. Un millón y medio de jóvenes tendrán derecho de voto por primera vez y la edad media del electorado será de 50 añops.

Nunca había habido una oferta electoral tan amplia. Lo que ha provocado este gran número de indecisos que admiten públicamente sus dudas.

Ante este panorama, entiendo que llega una etapa estupenda para España. Fundamentalmente, por dos motivos:

a) Porque se acabaron las mayorías absolutas. Al menos por una temporada larga, se acabó el rodillo. En cualquier dirección. Y lo que eso supone: perder la noción de la realidad por el ‘síndrome de La Moncloa’ y acabar viviendo de espaldas a lo que reclaman los ciudadanos. De eso nada.

Alguna vez lo he dicho. El ‘absolutismo democrático’ es perverso: siempre acaba generando impunidad, atropellos e imposiciones. Todo poder necesita su equilibrio, su piedra de toque. Impide la autocomplacencia y el desprecio final al ciudadano. Es sano y venturoso.

b) Porque se anuncian tiempos de diálogo. Esta será la herramienta para tejer acuerdos en las próximas semanas. Y eso es muy bueno. Un gobierno basado en los consensos impide dormirse, impide cualquier postura cerril y cualquier enroque por las bravas.

A partir de ahora habrá que ceder, confrontar pareceres, encontrar lugares en común, puntos de encuentro, zonas de confluencia y proyectos compartidos. Habrá que aparcar los propósitos que más dividan. Sumar más que restar. Hablar, hablar y hablar. Nada de gestos displicentes, de actitudes montaraces.

Todo esto es muy bueno. Creo que nos va a venir muy bien.

 

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