Zapatero, más dura será la caída

José Luis Rodríguez Zapatero, líder del PSOE, presidente del Gobierno de España, está solo.

Tal soledad no se refiere únicamente aislamiento político que sufre en el Congreso de los Diputados, donde los posibles socios con los que articular una mayoría, todos sin excepción, se muestran hoy decepcionados y enfadados, con muy escasas ganas de volver a pactar nada con él.

El truco de la llamada ‘geometría variable’, el sistema del hoy pacto con uno, mañana con otro, y pasado mañana con un tercero, que tan buen resultado le ha dado hasta ahora, ese gran invento de ZP, finalmente se ha vuelto contra él. Y así, los sucesivos socios temporales han acabado sintiéndose tal que novias seducidas y abandonadas. Y no se muestran dispuestos a que les conduzcan más veces al catre.

El grupo de León

La soledad a que me refiero no se reduce tampoco a que el presidente del Gobierno no tiene amigos personales a su lado, ni grupo de compañía en La Moncloa, al contrario de lo que arbitraron en el pasado Felipe González, con la ‘bodeguiya’, o José María Aznar con sus reuniones de escritores y poetas. A José Luis Rodríguez Zapatero no se le conoce círculo personal alguno.

El presidente sigue limitándose a su entorno de León, ese corto grupo de personas a los que frecuentemente llama a Madrid para estar con ellos, a quienes invita algún fin de semana y con ocasión de un puente, pero también para que le acompañen en acontecimientos televisados, como ocurrió con la final del Mundial de Sudáfrica. Y en la visita que hicieron los futbolistas al complejo de La Moncloa, que incluyó un largo aparte con Zapatero, Sonsoles Espinosa, las dos hijas del matrimonio presidencial, y el círculo leonés.

Quizá esa falta de gente cercana explique, en parte al menos, su fijación de llamar constantemente por el teléfono móvil, casi de forma compulsiva, para preguntar las cosas más diversas, incluyendo pedir opinión sobre un anuncio político que acaba de hacer o sobre cómo le han visto en el debate sobre el estado de la Nación.

Sin amigos en la política

Zapatero está sólo porque tampoco no tiene amigos en el ámbito de la política. Ésa es la realidad. Desde que asumió el liderazgo del PSOE, y más aún desde que entró en el Palacio de La Moncloa, no ha querido o no ha sabido formar peña y lograr la complicidad de nadie. Y quienes lo fueron, los Jesús Caldera, Jordi Sevilla y demás compañeros de la primera hora, han acabado arrojados a las tinieblas exteriores.

 

Le queda algún incondicional, como José Antonio Alonso, compañero de pupitre cuando ambos eran escolares en León. Y quizá José Blanco, aunque en este caso se fundamenta sobre todo en que el gallego sabe que su destino está unido al del hoy ‘número uno’. Pero con él no existe camaradería, no hay conexión personal, no hay química.

En el partido no le quieren

Pero José Luis Rodríguez Zapatero está sólo sobre todo porque en el PSOE, en su partido, no le quieren. No es un líder querido.

No se ha ganado el aprecio de los ‘viejos’ del partido, a los que masacró en cuanto llegó a la secretaría general. La enemistad no tiene que ver solamente con el resentimiento, que existe, sino primordialmente porque nunca le han valorado como líder, como político y como gestor.

Los viejos socialistas, con Felipe González en primera línea, le desprecian. Le achacan falta de dotes y de formación política, escaso liderazgo y una evidente incapacidad para la gestión. Y ahora, además, le acusan amargamente haber destrozado una nación, España, que estaba situándose a la cabeza de las naciones.

Y tampoco se ha ganado el calor de la militancia, que le sigue percibiendo como alguien lejano y frío. El líder, sí, pero no un líder querido. Todo lo contrario de lo que ocurrió con Felipe González, que sigue manteniendo intacto el carisma.

Ahora perjudica electoralmente

Lo que resulta nuevo, sobre la consideración que merece Zapatero dentro de su propio partido, es que, a casi todos los niveles, ahora la percepción es que su líder, en lugar de ‘tirar’ hacia arriba del partido, en lugar de ser cohete electoral, se ha convertido en un peso muerto, que les castiga en las urnas.

Por eso mismo, son muchos los cargos electos, locales, provinciales, autonómicos, que miran con reticencia la figura del presidente del Gobierno. En ese contexto hay que situar las prevenciones en Cataluña y el País Vasco a que se implique demasiado en ‘su’ campaña electoral.

Se comprobará muy pronto en Cataluña, donde la presencia de Zapatero no es deseada por el PSC. Más bien todo lo contrario. Si antes fue el talismán y se prodigaba allí, ahora aparecerá muy poco por tierras catalanas.

Una muy dura caída

Dicho todo lo anterior, sin embargo no hay que deducir que hoy por hoy le vayan a dejar solo, políticamente hablando. Todo lo contrario. Le van a apoyar a muerte en los próximos meses, de cara a las citas electorales fijadas en el calendario, porque lo que importa es la victoria. Estarán detrás de él, sin abrir fisuras, para intentar mantener el Gobierno y los poderes locales y regionales. Porque los sueldos de muchos, de muchísimos están en liza. Y con las cosas de comer, pocas bromas.

Pero, si en las próximas generales se produjera una derrota, y el PSOE perdiera el Gobierno, el pronóstico es que la caída de Zapatero resultará muy, pero que muy amarga. Porque, falto de amigos, nadie le defenderá, y no le perdonarán lo ocurrido. Lo masacrarán. Se cumplirá lo de ‘más dura será la caída’. Al tiempo.

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