A Zapatero le faltan al respeto

Zapatero se ha dado cuenta (es, por otro lado, patente) de que unos cuantos barones socialistas regionales, sobre todo los que temen perder el sillón autonómico, están en campaña contra él, de forma más o menos soterrada.

La gota que ha colmado el vaso de su indignación ha sido la declaración última de José María Barreda, con esas dos afirmaciones drásticas. Una, diciendo que Zapatero “ha cubierto una etapa”, con lo que le da por políticamente amortizado. La otra, que en Castilla-La Mancha la norma es que al cabo de dos legislatura se abandona el poder y que eso es lo conveniente y democrático, con lo que envió un recado envenenado al ocupante de La Moncloa.

Los círculos más próximos al jefe del Gobierno han recibido la postura del castellano-manchego, no sólo como una deslealtad, sino también como una falta de respeto. Ya sólo faltaba eso.

La hipocresía de Fernández Vara

Más cuidadoso, o tal vez más hipócrita, está siendo ahora, el presidente extremeño. En las últimas horas, Fernández Vara se ha apuntado a la doctrina oficial y ha repetido eso de que hay que dejar al líder que se tome el tiempo que considere oportuno y de que no se le puede presionar.

Estaría bien el mensaje, si no hubiera ocurrido que el presidente de Extremadura fue precisamente uno de los primeros en reclamar a Zapatero, públicamente, que despejara su destino (si iba a ser o no candidato) cuanto antes, y desde luego que lo hiciera antes de las elecciones de mayo. Ahora ya no dice eso, al menos en declaraciones con cámaras y micrófonos.

Personas que le conocen apuntan que el presidente del Gobierno está tomando nota de lo que pasa. Y dicen que, a poco que pueda, alguna de esas cabezas de barones traidores rodará antes de que él abandone el Palacio de la Moncloa definitivamente.

Zapatero no tiene el control

A finales de 2010 y principios de 2011, José Luis Rodríguez Zapatero protagonizó un par o tres de declaraciones bastante desafortunadas, que motivaron que, como se contó en estas páginas, sus colaboradores llegaran a comentar que estaba “fuera de control”.

 

La queja de que actuaba fuera de control, improvisando, se centró sobre todo en la confidencia navideña de que ya tenía decidido su futuro. Un comentario que no había consultado antes con sus asesores y que se halla en el origen de la tormenta que ahora aqueja al socialismo.

Y algo semejante opinaron de su afirmación, en el Congreso de los Diputados, de que la crisis “tardará cinco años en ser superada”, mensaje que contradecía frontalmente todo lo sostenido hasta ese momento, en la línea de negar la crisis, primero y, finalmente, de afirmar que ya se veía luz al final del túnel.

Por qué no le hacen caso

Zapatero se ha desgañitado en reclamar a su partido que aparque el debate sobre la sucesión, y no le han hecho el menor caso. Por eso se pregunta ahora qué está ocurriendo para que sus consignas se menosprecien. Algo que hasta aquí no había sucedido, porque ha llevado con mano de hierro el socialismo español. Nunca en el PSOE ha habido menos debate interno y menos contestación que en la égida “zapateril”.

Lo que está ocurriendo es que, como digo, ya no tiene el control. Ya no está a los mandos. No lo está porque no dispone de dos herramientas imprescindibles: 1) el nombramiento de ministros y altos cargos: es en estos momentos impensable una nueva crisis de Gobierno; 2) la formación de las listas electorales: en principio, no será él quien decida quiénes irán en las candidaturas para las generales.

Desprovisto de esos dos poderes, Zapatero ya no tiene el control, ni del Gobierno, ni del partido. Y eso puede convertirse en un suplicio para él, tan poco acostumbrado a que le discutan y menos aún la disidencia.

Lo único que le queda, porque es una atribución intransferible, es la posibilidad de disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas. Eso sí puede hacer en cuanto quiera. Y sin consultarlo con nadie.

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