Duelo en “el ok Moncloa”

O en el “saloon” del sueño de Pepe Isbert en “Bienvenido Mr. Marshall”. Se habían citado Rodríguez Zapatero y Rajoy en La Moncloa y todo se ha quedado en la cita y en una especie de reto. Contenidos pocos por no decir ninguno.

Vaciedades de la Vicepresidenta en la rueda de prensa posterior y postura de “duro” de Rajoy. Si estaré duro -parece decir el líder de la oposición- que ni siquiera hablo en La Moncloa sino que me vengo a mi despacho.

La palabra que define el encuentro es desconfianza y junto a la desconfianza, la apariencia. Que los míos no piensen que cedo. Serio, cortés, pero frío y dando a entender que no me convence nadie y que no abdico de mis principios.

Y lo dicho vale para los dos.

Ni el Presidente del Gobierno quería esta entrevista, ni la quería el Presidente del Partido Popular. Es la presión de los medios. Nunca había funcionado tan bien “el qué dirán” en nuestra vida política. Tengo que llamarle para que no parezca que no quiero hacerle partícipe. Dice uno. Debo acudir a la cita para que no se piense que me radicalizo frente al Gobierno. Dice el otro.

Ni el Presidente del Gobierno, ni el Presidente del Partido Popular daban un chavo por los resultados de la entrevista. Ambos sabían de antemano que no se iba a llegar a ninguna conclusión ni a ningún acuerdo, porque ni se fían el uno del otro, ni el otro quiere darle al uno la menor baza frente a la opinión pública. Pero, además, los dos tienen que mostrar una “cara” frente a sus bases. Zapatero tiene que poner cara de duro al representante de la “derecha extrema” y  Rajoy tiene que mostrarse implacable con quién “está destruyendo España”.

Así las cosas, todo se ha limitado al paseo de Manolo Morán y Pepe Isbert en el “saloon” de Villar del Río, mirándose con ojos feroches, amenazándose y poniéndose “chulitos” para que los vean los suyos e impresionar.

Poco, muy poco, para una entrevista que debería haber sido trascendental de cara al futuro de la lucha antiterrorista. Poco, muy poco, para un encuentro que debería haber marcado un antes y un después tras la ruptura de la supuesta tregua por parte de los terroristas y poco, muy poco, para lo que los españoles podían esperar de sus políticos en unos momentos graves para el transcurrir de la vida española y no me refiero sólo a la llamada vida política.

 
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