Europa hoy: ZP, el humanista de Ginebra

Hay que tenerlos muy bien puestos –por mucho que se esté bajo la cúpula de Barceló-para irse a Ginebra a la llamada Sala de los Derechos Humanos el mismo día en el que en España se aprueba la Ley del aborto y en Cuba se deja morir a un disidente de la dictadura castrista. Para irse, además, a hablar, con voz enfáticamente empleada, de cómo los gobiernos tienen que defender la vida de sus conciudadanos.

                           

En España en pocos meses se podrá abortar con prácticamente absoluta libertad desde los dieciséis años y hasta las primeras 22 semanas de gestación y en Cuba se detiene en masa a los disidentes para que no puedan asistir a las exequias de quien se supone que ha muerto por defender los derechos humanos y la democracia en su país.

Lo que no explicó en Ginebra José Luís Rodríguez Zapatero es si Orlando Zapata Tamayo es conciudadano de los hermanos Castro y si los miles de seres humanos que cada año pierden en España la vida en el seno materno son conciudadanos del propio Rodríguez Zapatero.

Hay cosas que se pueden admitir como lógicas en los discursos de los políticos. Pueden mentir o tergiversar cifras, prometer polideportivos en los pueblos u ordenadores en las aulas, que ya nos explicó ‘otro humanista’ como Tierno Galván para que están las promesas de los políticos. Puede hacerse y se hace y hasta está admitido en los usos parlamentarios y del juego entre partidos, pero ir a Ginebra, guarecerse bajo una cúpula, y hablar en la Sala de los Derechos Humanos sobre la vida, mientras los parlamentarios y los ministros del Gobierno de quien habla celebran entre risas una ley asesina y mientras los encargados de exteriores de ese mismo Gobierno se limitan a lamentar una muerte en un país regido por la más férrea de las dictaduras, exige una carga de cinismo propia solamente de quien los tiene muy bien puestos.

Una vez más José Luís Rodríguez Zapatero ha dado la talla de gobernante y de estadista que se esperaba de él. Lo que nadie esperaba es que además diera la talla –bajita eso sí- de humanista.

 
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