Río revuelto

El río político está revuelto. Lo que no se sabe muy bien es quiénes son los pescadores ni quiénes van a obtener ganancias. La confusión preside toda la vida política y no parece que los protagonistas quieran clarificar la situación. El problema es que de la confusión al caos hay muy poco trecho.

La negociación con la ETA tiene cada vez más puntos oscuros. El “truco” de Rodríguez Zapatero de aparentar dureza y repetir insistentemente la cantinela de la ausencia de violencia y de que hay que condenar los actos terroristas ya no convence a nadie por la sencilla razón de que no responde a la realidad de la actuación del Ejecutivo.

La reforma de los estatutos de autonomía está suponiendo una confrontación continua de las fuerzas políticas entre sí y de los Gobiernos Autonómicos con el Gobierno Central sin que nadie sepa muy bien ni siquiera por qué discrepan.

Las relaciones internacionales atraviesan un momento crítico y nuestra posición en Europa no es que esté debilitada, es que nadie sabe cuál es.

Nuestras tropas en el extranjero, además de atravesar por situaciones trágicas, están abocadas a actuaciones que nadie desea pero que tampoco se clarifican.

Los partidos minoritarios en la oposición –léase Izquierda Unida o los nacionalistas de una u otra latitud- dan una de cal y otra de arena buscando “el cuánto más que el cómo”, y el Partido Popular, que tiene la suficiente fuerza como para protagonizar acciones políticas con amplia repercusión, no logra arrancar en la intención de voto y eso puede desgastar, a medio plazo, a Mariano Rajoy, que buscará en otoño clarificar posiciones y presentar a los ciudadanos algunas caras nuevas.

Mientras, la falta de entendimiento entre los jueces y su órgano de gobierno con el actual Ministro de Justicia no presagia tiempos serenos en la Administración de Justicia en un momento en que esa serenidad es más necesaria que nunca.

Tampoco en los medios de comunicación hay excesiva tranquilidad, y los enfrentamientos entre empresas y hasta entre personas son mercancía desgraciadamente demasiado habitual en periódicos, radios y televisiones.

Por eso cada vez que hay un suceso del tipo que sea, casos de corrupción en las diferentes administraciones, accidentes con barcos, inseguridad ciudadana, violencia callejera, problemas con la emigración, etc. que, en circunstancias normales, serían objeto de soluciones más o menos acertadas pero, en cualquier caso, pausadas y tranquilas, se convierte en una montaña de descalificaciones, controversias y enconamientos entre partidos que no conducen a nada.

 

Así vamos a llegar a unas elecciones municipales y autonómicas que no anuncian nada bueno para recuperar el clima que sería deseable. Si, como se empieza a rumorear, Zapatero adelantara las generales, la confusión sería aún más preocupante.

A estas alturas, pedir a los políticos un poco de sentido común y de generosidad se antoja misión imposible.

Tampoco una sociedad que parece anestesiada o cansada de los políticos y de la “politiquería” que nos abruma, es el antídoto más adecuado para poder enderezar esta situación frustrante.

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