La Semana: ¿De qué se ríen los ministros? Respuesta: De las ocho soluciones del compositor Pérez Prado

Igualito que aquello del compositor Pérez Prado: Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... ¡¡¡maaaambo!!! Ocho soluciones tiene el Presidente del Gobierno para el lío del “Estatut”. Pues, como diría el otro, si lo dice antes nos ahorramos el viaje. De todas formas, lo de las ocho ¡maaaambo! soluciones suena a cachondeo y no porque lo diga don Mariano Rajoy, sino porque realmente suena a broma, pero en una doble vertiente: porque en sí mismo considerado es un cachondeo y, además, porque "suena" a que se cachondean del personal. En esas ocho ¡maaaambo! soluciones puede estar la justificación de las alegrías y de las risas de los ministros en el desfile de La Castellana. Estaban felices. Todos ellos -escasitos de protocolo (los saludos a la Familia Real son de la antología del disparate) y de un mínimo saber estar- se mostraban encantados de haberse conocido. Alguien podría pensar que era la ilusión de tener un puesto importante desde el que ver el desfile, pero ahora nos damos cuenta de que el rictus risueño venía de los de las ocho ¡maaaambo! soluciones. Porque es de esperar que las risas no vinieran por el subidón de la inflación, que se les ha ido a las nubes del doble de lo previsto, con el señor Pedro Solbes al borde de la alferecía. Y como tampoco es de suponer que las risas fueran producto de lo de Salamanca —léase la espantada de Fidel Castro o las declaraciones del Presidente de Colombia, señor Uribe, que dice que esto es poco más que "turismo presidencial"- ni por la nueva patada en las partes nobles de Estados Unidos con lo del bloqueo a Cuba, sólo queda pensar que las alegrías vienen por lo de las ocho ¡maaaambo! soluciones de don José Luis Rodríguez Zapatero. Y tampoco se reirían los ministros por los vientos de fronda que corren por la calle Ferraz, ni por las mociones y declaraciones de algunos parlamentos autonómicos o Presidentes de Autonomías, ni por la ausencia de los socios del Gobierno en el día de la Fiesta Nacional. Igual se reían porque ya sabían el laberinto de verdades, medias verdades, mentiras y encuestas en las que se debaten la señora Fernández de la Vega y don José Blanco. La Vicepresidenta ha llegado a cuadrar el círculo: Yo digo que sí, él dice que no, pero los dos decimos la verdad. Ya se sabe “del Rey abajo, ninguno o entre bobos anda el juego”, que decía don Francisco de Rojas. Claro que en la época del dramaturgo, Marruecos era otra cosa. Tampoco pueden venir las risas de la reaparición de don Felipe González o de las supuestas deslealtades de unos y otros. Tienen que venir de lo del ¡maaaambo! Bien pensado, las risas podrían derivar de la campaña de promoción del libro con la que nos amenaza doña Carmen Calvo. De pronto usted está en el fútbol y cuando espera que el vecino, tras un gol de los brasileños, holandeses o franceses, le meta a usted el puro encendido por la oreja, se encuentra con una ministra de Cultura que le da con el canto de un libro en pleno colodrillo. Un sofoco. Ya ni el fútbol es lo que era... Pero tener un Gobierno feliz siempre es una garantía para el ciudadano, aunque el Gobernador del Banco de España, señor Caruana, diga que el “Estatut” debilita nuestra economía. Pero no importa y nos reímos porque don Miguel Ángel Moratinos le va a dar una millonada a Marruecos para lo de la travesía del desierto, que parece que se han montado una París-Dakar pero sin averías. También pueden reírse los miembros del Gobierno de la urticaria de don Francisco Vázquez que, con granitos y todo, montó una buena en La Coruña para horror de los del "Bloque" o del bando del Alcalde de Móstoles -no don Andrés Torrejón, el mítico de la Guerra de la Independencia contra los antecesores del señor Sarkozy y de la periodista por la que bebe los vientos- que se llama se llama Esteban y ha puesto los puntos sobre las íes de la unidad de España. Hay muchas cosas para, al menos, sonreír, y no me refiero a la pernera del pantalón del Presidente del Gobierno, que eso le puede pasar a cualquiera. Me refiero a los 30.000 subsaharianos que hay preparados para colocarse bajo el manto no de la Virgen del Pilar sino del señor Caldera, a las reuniones del señor Moratinos, o a la oratoria de la Vicepresidenta del Gobierno. Pero en todas partes cuecen habas y pergeñan sonrisas. Helada se le ha quedado a don Mariano Rajoy tras la salida de pata de banco de don Jaume Matas que va por libre en lo de los estatutos, o tras los arrumacos políticos de doña Esperanza Aguirre y el señor Maragall, que a lo mejor estaban hablando de los cambios de denominación de las plazas de Barcelona. Si quitan el nombre de Hispanidad a una plaza de la Ciudad Condal, igual acaban quitándole el sitio a Colón o, al menos, cambiándole el dedo de dirección y, en vez de apuntar hacia América, lo ponen apuntando a Marruecos. Pero no hay mal que por bien no venga porque en asuntos marítimos, Madrid ya se puede parangonar con Barcelona: los madrileños tienen un alcalde, don Alberto Ruiz Gallardón, al que se le ha concedido la medalla al Mérito Naval. Ha sido anunciar que iba a triplicar el caudal del Manzanares y ¡zas! la medalla. En Génova se ríen poco. Son muy serios y eso de hacer oposición simbiótica y semidesnatada desgasta mucho. Por un lado te pego, por otro te pego pero menos, y por el de más allá casi ni te riño. Y eso no deja conformes a casi ninguno de los prebostes del Partido Popular. Hay que reconocer que el cuento de Bambi evoluciona hacia Blancanieves y los 7 enanitos, que sumados son uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... maaaambo. Y Pérez Prado, cobrando derechos de autor.

 
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