50 años de terror y sinrazón de la ETA

No se trata de lo que digan los políticos en declaraciones que cada atentado suenan más ha hueco. Ni siquiera hay que aludir a las pretendidas duras palabras del presidente del Gobierno porque, con independencia de todo eso, el terrorismo tiene muy poco recorrido en la sociedad actual. Prácticamente el recorrido de un asesinato, por más que la muerte injusta y envilecida nos llene a todos de rabia e indignación. Se trata de que una sociedad no puede aguantar por más tiempo la lacra que supone el terrorismo sin poner más medios que la simple apelación a las condenas de siempre e incluso no puede sentirse satisfecha porque el actual gobierno vasco es más contundente en esas condenas que lo era el anterior.

Y es por eso que la unidad de los políticos debe, también, ir más allá de ‘la condena unánime’ de la foto y de los minutos de silencio. Mientras esa unidad no sea permanente, que no lo es; mientras esa unidad no se quede fuera de la batalla política, que no lo está y mientras el objetivo sea lograr que se condene a quienes no condenan, los objetivos, además de pobres, no se cumplirán y quedarán en nada.

Los mecanismos legales son más que sufrientes como para que las consabidas palabras del presidente del Gobierno: ‘se pudrirán en la cárcel durante toda su vida’ y aquello de ‘los encontraremos aunque se escondan en el centro de la tierra’ no se topen en pocas horas con las manifestaciones más o menos autorizadas, con una absurda guerra de banderas o con que la retirada de las fotos de los asesinos se constituya en noticia positiva.

En lenguaje popular hay que decir que se nos va la fuerza por la boca, que menos hablar y más actuar y que ya estamos hasta el gorro de condenas inútiles.

Esas condenas en cualquier democracia políticamente sana se dan por supuestas aunque no se expliciten. Y también hay que dar por supuesto que los políticos, todos los políticos, estarán a una contra el terrorismo sin una sola duda.

Y esa certeza será la que  transmita a los terroristas la seguridad de que sus acciones son inútiles y que solo consiguen, pura y simplemente, asesinar. Porque tras 50 años, afirmar solemnemente que ‘ETA buscaba una masacre en Burgos’. Que podían haber muerto niños en la casa-cuartel, ponderar la juventud de los guardias asesinado u otros detalles que no vienen a cuento, son puros tópicos que valen de una vez para otra y que todo el mundo conoce. La barbarie de los asesinos de la ETA no está en la juventud de los asesinados sino en su muerte injusta para la que la única respuesta es la acción unida y sin fisuras de toda la sociedad.

Es seguro que los servicios correspondientes están trabajando a fondo. Que las medida de vigilancia y contravigilancia son las que deben ser y que son mucho más eficaces de lo que pensamos, pero también es seguro que si la unidad de los políticos se resume en unas declaraciones y en una foro silenciosa, estaremos lejos de lo que realmente hay que hacer por difícil que sea.

La ETA protagoniza una semana que, de cara al verano traía la noticia de los incendios forestales en demasiados sitios, con demasiada virulencia y con la certeza de ser provocados por no muy oscuros intereses.

Además de los cortafuegos, del trabajo en invierno y de la heroicidad de las patrullas, sería bueno ir a la raíz y a las razones que impulsan a quienes provocan esos fuegos. Posiblemente sea por ahí por dónde haya que empezar. También en invierno

 
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