El laberinto vasco

Ha sido un ‘aberri eguna’ distinto. Además de lo que supone el primer ‘día de la Patria Vasca’ sin el Partido Nacionalista Vasco en el poder, ha coincidido con un tiempo de desasosiego, nerviosismo y desconcierto en la política y en los políticos vascos.

Solamente con repasar el discurso de Urkullu ante sus correligionarios -estando en primera fila Juan José Ibarretxe- puede uno hacerse idea de que las aguas bajan turbias. El PNV ha perdido pie y no sabe cómo va a poder recuperarlo. El Partido Socialista de Euskadi, con Patxi López al frente del gobierno en Ajuria Enea por gracia del Partido Popular, tampoco se encuentra cómodo y el propio Partido Popular sigue buscando huecos a base de declaraciones entre acertadas y destempladas de Basagoiti.

Una vez más quien parece tenerlo claro es Batasuna que busca desesperadamente sitio en las listas de la llamada izquierda abertzale y dicen que hora hace guiños a Eusko Alkartasuna. Claro que hacerle cucamonas a los escindidos del PNV no es nada difícil porque se trata de un partido ‘fácil’, en el más amplio sentido de la palabra.

Sin entrar en la naturaleza –más o menos antinatural- del acuerdo entre populares y socialistas que permite gobernar a Patxi López, se percibe que la propia ‘anormalidad’ del pacto, está influyendo decisivamente en la política de todos los partidos. Si bien es cierto que para muchas cosas el acuerdo está resultando positivo y que el inquilino de Ajuria Enea toma decisiones valientes, no es menos palmario que los intereses de cada uno van por su lado y no digamos nada en lo relacionado con los intereses de sus respectivas cúpulas en Madrid.

Por lo que al Partido Nacionalista Vasco se refiere, las cosas no están más claras. Simplemente el hecho de haber perdido el poder tras años y años en el ‘machito’, supone un trauma político para cualquier formación. Por ejemplo, en estos momentos no es fácil dar por seguro ningún nombre como aspirante a la lehendakaritza y se vislumbran batallas internas, a no muy largo plazo, entre quienes se sienten constituidos en jerarquía de los nacionalistas y los que, derrotados, no se conforman con ver los toros desde la barrera. Claro está que Joseba Eguibar no se estará quieto mientras Iñigo Urkullu maniobra y al propio Urkullu no le va a ser cómodo alzarse con el santo y la limosna en un partido en el que Arzallus siempre revolotea, e Ibarretxe sigue lamiéndose las heridas.

Batasuna a lo suyo aunque también con desbarajustes internos. Las situaciones personales de quienes hace muy poco tiempo eran intocables, influirán en la toma de decisiones tanto en un sentido como en otro y, muy significativamente, en la dirección que tome la banda terrorista

Ahora que la ETA no parece pasar por sus mejores momentos y, tras el asesinato del gendarme francés, tiene las espaldas poco cubiertas, no deja de ser una triste paradoja que quienes tienen que llevar a cabo una acción política medianamente normal en el País Vasco, no estén en condiciones de hacerlo o –valga la redundancia- estén demasiado condicionados para hacerlo.

 
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