Yo no he sido

Como todos los años el discurso navideño de S.M. El Rey suscita todo tipo de comentarios. Comentarios en la calle, en los conciliábulos políticos, en los organismos oficiales y en las se sedes de los partidos políticos. Son los portavoces de las formaciones políticas, los que se creen en la obligación de glosar el discurso del Monarca y –como siempre- aprovechan para decirnos a los ciudadanos que lo que ha dicho el Rey es “lo mismito que decimos nosotros”.

Las reflexiones de los políticos, tras el mensaje real, recuerdan, en todo a las cosas que dicen los mismos personajes la noche electoral después de conocerse los resultados que arrojan las urnas. Todos ganan, todos suben, todos han conseguido el respaldo de los ciudadanos. Pues lo mismo pasa con las palabras de Don Juan Carlos. Las retuercen las sacan de contexto, utilizan frases aisladas, interpretan ideas y conceptos y, al final, todos se sienten reforzados por el rey en su labor política. Lo que ha dicho el Rey es lo mismo que venimos diciendo nosotros. Lo que el Rey nos dice que hagamos es lo que hace nuestro partido desde hace años. Las palabras del Rey corroboran que nuestra formación está en la buena línea. Y es lo mismo que Don Juan Carlos hable de terrorismo, de unidad nacional, de autonomías, de medio ambiente, de la Constitución o de la política internacional. El ya lo decíamos nosotros es el único comentario que se escucha en boca de quienes arriman el ascua a su sardina.

Este año hay una cierta novedad. De las palabras del Rey se puede deducir un cierto tirón de orejas por la crispación política y, por la falta de diálogo. Sus reiterados llamamientos al sosiego y a la unidad suenan a reprimenda. Pues tampoco se dan por aludidos los políticos. Eso va por otros, parecen pensar, no lo dice por mí. Y en cualquier caso salen corriendo del ruedo público gritando como niños pequeños cuando han sido cogidos en falta: Yo no he sido.

Pues sí que han sido ellos. Han sido y siguen siendo ellos los que nos han metido en el atolladero de la vuelta al pasado ya olvidado, los que son incapaces de tender una mano de diálogo al adversario político, los que no se dirigen la palabra, los que se reúnen para celebrar una conversación de sordos que a nada conduce, los que aprovechan cualquier situación para intentar sacar réditos electorales.

Cada uno desde su visión de España y de la acción política poco pueden echarse en cara.

El Rey -dentro de los estrechos límites que le impone la Constitución en su función de reinar y no de gobernar- ha sido claro y contundente. El camino está trazado y es el de la Constitución y las formas tienen que estar presididas por un mínimo sosiego en las relaciones entre todos.

Lo que pasa es que no quieren -o no les conviene- entender lo que el Monarca ha dicho.

Pero eso de jugar al yo no he sido es poco serio.

 
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