“Obsexas”

Centrar la gestión política para lograr la igualdad, tan justa como deseable, en todos los ámbitos de la sociedad, a los aspectos sexuales, reduce el papel de la mujer a unos límites que ni los más fervientes detractores de la consecución de esa igualdad se habrían atrevido a plantear y que amenaza con perpetuar injusticias aborrecibles y que todos deberían contribuir a desterrar de forma inmediata.

No hace muchos años el paradigma de la grosería al hablar era aquello de “caca, culo, pedo, pis” y los que así se expresaban para algunos eran el no va más de la libertad lingüística o de la naturalidad en la expresión, aunque para no pocos constituían un claro ejemplo de mala educación.

Ahora con la progresía rampante que inunda la sociedad, con la modernidad y sobre todo con el desenfado que desde cargos públicos se utiliza sin cesar la escatología (asesoras ministeriales, consultar el diccionario de la RAE), se airean situaciones que requieren privacidad o se da publicidad a circunstancias bilógicas perfectamente normales y por todos conocidas, no solamente la sexualidad femenina  se ha puesto de moda, sino que constituye la columna vertebral y el fundamento del discurso que ciertas mentes difunden con machaconería inusitada y que demuestran que toda su carga neuronal se reduce a una compresa.

A la vista y a la escucha de alegatos, eslóganes de manifestantes y soflamas que tienen como objeto la genitalidad de las mujeres y el ejercicio de su sexualidad, diríase que ciertas cabezas esconden, en su afán por meterse en la cama de los ciudadanos, alguna patología en su anatomía o ciertas disfunciones psicológicas o frustraciones ocultas en su equilibrio afectivo o trastornos hormonales que requieren con urgencia atención médica en su más recóndita intimidad. De no ser así habría que pensar en objetivos inconfesables, fruto de una arraigada perversión política ejercida con fines que van mucho más allá de intereses electorales o del afán por “dar la nota” en materias que siendo perfectamente normales y de todos sabidas, requerirían un tratamiento mucho más elegante.

Centrar la gestión política para lograr la igualdad, tan justa como deseable, en todos los ámbitos de la sociedad, a los aspectos sexuales, reduce el papel de la mujer a unos límites que ni los más fervientes detractores de la consecución de esa igualdad (que haberlos ahílos) se habrían atrevido a plantear y que amenaza con perpetuar injusticias aborrecibles y que todos deberían contribuir a desterrar de forma inmediata.

Cuando son patentes las desigualdades que sufre la mujer en todos los ámbitos de las sociedad moderna y que van desde los aspectos sociales más elementales, a los detalles más significativos en materia laboral, jurídica e incluso de violencia física, es cuando menos decepcionante y desde luego criticable que grupúsculos que se dicen feministas, centren sus “obsexiones” políticas y, quién sabe si personales, en el sexo y se muestren incapaces de ir más allá.

En ese contexto no es de extrañar que circule en medios políticos un rumor sobre una gestora pública de la que se dice que cuando era pequeña y le preguntaban qué quería ser de mayor, contestaba invariablemente: yo, cajera de un sex shop.

Evidentemente se trata de un rumor sin ningún fundamento.

La carcajada: Dice Jacinto, candidata de Podemos a presidir la Comunidad de Madrid: “Pablo Iglesias hace una labor enorme para ampliar la democracia comunicativa en España”.

 
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