Un plan como unas tortas

La broma -si es que puede hablarse de broma- se acaba con el título que encabeza este comentario. Estamos ante una de las situaciones más graves que ha vivido la democracia española desde el año 1978 y no parece que vaya a ocurrir nada ni que nadie haga nada. Se enzarzan los partidos y unos políticos acusan a otros de magnificar el problema mientras que los otros acusan a los unos de minimizar la gravedad de la situación. El resultado es el mismo: todos a la espera de las "conclusiones" que, según el Presidente del Gobierno, sadrán de su entrevista con Ibarretxe y de las cuales informará posteriormente a Mariano Rajoy. Conclusiones de una conversación en la que uno y otro se van a "decir" y se van a "escuchar"; y mientras, la gente de la calle pidiendo una cierta seguridad, sin saber lo que va a pasar, ni qué conclusiones serán esas, ni qué resultados prácticos van a tener. El único que parece tener las ideas claras y un calendario preparado desde hace tiempo es el Lehendakari. Es él quien marca los tiempos, quien dice de lo que se habla y quien habla de diálogo; quien afirma que hay que estar tranquilos, que no pasa nada, que todo es normal...siempre y cuando se haga lo que yo quiero porque, si no, ¿nos vamos a liar a tortas? Esa es la situación real. Todos a remolque de algo y de alguien a lo que todos tildan de ilegal, de fantasmagórico, de prácticamente imposible pero de algo y de alguien a los que se está dando carta de naturaleza y que se va a plantear nada más y nada menos que en el Pleno del Congreso de los Diputados. Sería impensable que cualquier asunto claramente inconstitucional o evidentemente ilegal se discutiera en ningún Parlamento aunque fuera con la absoluta seguridad de reprobarlo. La opinión pública está con la mosca tras la oreja. Hay sospechas para todos los gustos y en todas está el afán del PSOE por conservar el poder a toda costa y siempre con el trasfondo de los planteamientos del tripartito catalán. Las encuestas hablan de rechazo y de desconcierto a partes iguales. Después, los partidos pueden tirarse los trastos a la cabeza y hablar de discrepancias, pero nadie va a quitar a los ciudadanos la impresión de que cada uno va a lo suyo y de que lo suyo es erosionar al contrario aprovechando cualquier resquicio. Sea cual sea el final del plan Ibarretxe, se le está haciendo un flaco servicio a la convivencia y a la confianza de los españoles en sus políticos y en las instituciones. Ahora sí, en serio, estamos haciendo para el futuro "un pan como unas tortas".

 
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