La zorra y las uvas

De un tiempo a esta parte y con demasiada frecuencia en la política española se escenifica la fábula de ‘La zorra y las uvas’. Basta acercarse a los titulares de periódicos, informativos de televisión o noticiarios radiofónicos para darnos cuenta de la cantidad de partidos políticos, de políticos, de dirigentes y de altos cargos que, cada día, conjugan en distintos tiempos la frase de ‘no están maduras’ cuando ven que su gozo se ha quedado en un pozo. 

Por desgracia no son pocos los medios de comunicación y los profesionales del periodismo que, en aras de un servicio ideológico -profesional y éticamente mal entendido- se unen al coro de para glosar la falta de madurez de las uvas a las que no llegan o a las que no les conviene llegar. 

La manifestación del pasado sábado en Madrid contra la Ley del Aborto, hablemos de las cifras que hablemos, es un acontecimiento ciudadano de primer orden. Ya, de entrada, la discrepancia en cuanto a las cifras sólo merece sonrisas por parte de quien tenga un mínimo de sensatez, pero hay ciertos medios de comunicación que -una vez pasado el sarampión de vender a sus lectores, espectadores o radioyentes, el gato por liebre de convertir en cuatro o cinco asistentes una multitud que se apretaba en metros y metros de calles madrileñas- han dado en el hallazgo de las fotos de ancianitas, los grupos de curas o monjas y las imágenes de banderas españolas que quieren transformar en banderas ‘ultras’ y ‘fachas’. Si no fuera tan triste, profesionalmente hablando, daría risa, también profesional. 

Tras la risa de la manipulación de las cifras, esos medios nos producen hilaridad al contemplar la tergiversación –ni siquiera logra ser subliminal- de mostrar una manifestación de obispos, curas, monjas y ultras trasnochados. Lo demás no importa porque sólo se trata de -si no se puede descalificar la concentración por la escasez de apoyo popular- intentar hacerlo por la ‘calaña’ de los asistentes.  Una manifestación de retrógrados con sotana y banderas nacionales que  no son más que el símbolo de épocas pasadas y superadas por el progresismo mesiánico de algunos. 

Lo quieran o no, las uvas de la protesta popular contra una ley radicalmente inmoral e injusta, están más que maduras. A no ser que nos demuestren que sólo se trata de que en Madrid hay más de un millón de ultras de la derecha, cabreados. 

 
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