El espejo del Villarreal

            El Villarreal sigue siendo un ejemplo de club de fútbol. Desde luego, no se le puede ni debe incluir en la denominada “burbuja futbolística”, porque es una entidad totalmente saneada económicamente, no tiene deudas con Hacienda  y trabaja con un proyecto deportivo y económico sólido. Muchos clubs de fútbol deberían mirarse en el espejo del Villarreal.

            Alguien puede pensar que todo se debe a la capacidad económica y empresarial de Fernando Roig, su presidente. Desde luego, es una pieza clave, pero no debe ceñirse la explicación a la capacidad económica de Roig – que no es el presidente de Mercadona, pues es su hermano Juan, aunque algunos los confunden todavía-, sino sobre todo a que sabe dirigir bien, también un equipo de fútbol, como ha  demostrado  desde que se hizo con el club.

            Sigue maravillando el Villarreal. Sin deudas con Hacienda, pagando puntualmente a los jugadores y con 20.000 socios en una ciudad de 50.000 habitantes, que agradece y se viene mostrando “fundida” con los dirigentes amarillos. Hay que vivirlo, desde hace años, para comprobar cómo es cierto que apuesta por la cantera, lleva una política de fichajes  realista  y acorde con sus posibilidades y planteamientos.

No busca jugadores “divos”, o si caen en ese defecto se les hace ver la puerta de salida: el caso de Riquelme ha sido el más claro.

Asistí este domingo al partido del Villarreal contra el Atlético de Madrid, partido de “Champions” por méritos de ambos equipos. Queda mucha Liga por delante, pero la clasificación de ambos a estas alturas es, como se reconoce unánimemente, fruto del buen trabajo de ambos equipos, con unas plantillas y unos entrenadores que saben sacar el jugo a los futbolistas que tienen.

            El Villarreal jugó un soberbio partido contra los atléticos, y de hecho mereció ganar. De los mejores partidos, por ahora, que se han visto este año en El Madrigal, y que invita a esperar mucho de este equipo. Llama la atención que en el “once” inicial de los amarillos prácticamente jugaron los que el año pasado jugaban en Segunda División: sólo Gabriel y Pina eran la excepción. Con una plantilla que se basa en la que tenía el año pasado – con pocos fichajes, hechos con mesura económica y ajuste táctico, con cabeza-, el Villarreal actual juega mucho mejor que el año pasado en Segunda, ha progresado.  Es una prueba más de que se confía en el trabajo en equipo, la mejora paulatina, con realismo,  dando oportunidades a una muy cuidada cantera.

            La afición ha vivido días grandes, los está viviendo y los seguirá viviendo, pues se ve una gran sinergia afición-club-jugadores, y eso siempre es una catapulta. ¿Nombres propios?: el tridente directivo – Fernando Roig, padre e hijo, y José Manuel Llaneza-, Marcelino – el entrenador-…  y el capitán, Bruno – nacido en Artana, un pequeño pueblo cercano a Villarreal-, que pide a gritos un hueco en la selección española. Un equipo con alma y con calma. Se respira alegría y frescura, y es más que lícito soñar despiertos. Un empate “grande”.

 
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