La trinidad laica de Jesús (Polanco), María (Teresa F. de la Vega) y José (Luis R. Zapatero)

Lo advierto con suficiente antelación. Para que nadie pueda decir después que le sentó mal el desayuno: éste es un artículo políticamente incorrecto, reaccionario, retrógrado y catacumbil. Pero, qué quieren ustedes: de algo hay que morir, que decía el otro.

Y ahora parece muy oportuno aludir a esa corriente laicista impulsada con empeño estas semanas por el Ejecutivo, y secundada fielmente desde determinados sectores de la prensa y la intelectualidad, si puede llamársela así. Si los Obispos emiten un diagnóstico sobre la situación de España, ellos se ven impelidos a proclamar a los cuatro vientos un manifiesto progre con todas las de la ley.

Mientras tanto, el fenómeno va calando entres las distintas capas sociales gracias al tenaz trabajo de los movimientos progresistas de base (sindicatos, asociaciones docentes, colectivos de agitación ciudadana, etc.). Y así, comenzamos a observar sucesos tan significativos como los siguientes:

-- El Centro de Educación Infantil y Primaria de San Andrés, de Barcelona, ha decidido cambiar su actual nombre de “Juan XXIII” por el más carnal de “Rosa de los Vientos”, gesto aplaudido por el Pleno del distrito barcelonés.

-- El colegio público Hilarión Gimeno, de Zaragoza, ha optado por no celebrar el tradicional festival de Navidad de la institución… para no “ofender” a los alumnos no católicos.

-- La pasada semana, el equipo directivo del Instituto Las Lagunas, de Mijas Costa, desarmó y quitó de un aula un belén montado por los alumnos de Religión de 1º de la ESO, argumentando que en una escuela pública de un país laico no están permitidos los símbolos religiosos. ¡Ni en clase de religión!

-- El nuevo belén del jardín de los Reyes Magos, en Alcoi, integrado por figuras de madera y papel de celofán, amaneció este viernes completamente arrasado, con la mayor parte de los personajes bíblicos partidos a patadas por la mitad.

-- Por tercer año consecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero ha dejado sin belén a los 2.000 funcionarios que trabajan en el Palacio de la Moncloa, aunque sí ha dado su visto bueno a la instalación de un árbol con espumillón y bolitas.

Esta es la España más zapista que Zapa, parcialmente entregada, no a esa aconfesionalidad que nadie discute, sino a esa otra religión llamada laicismo que sí hay que imponer en todas las plazas por ordeno y mando. Estamos en lo de siempre: métete tu verdad en salva sea la parte e impongamos la mía; erradiquemos los belenes de los católicos e implantemos esa otra trinidad laica de la tierra: Jesús (de Polanco), María (Teresa Fernández de la Vega) y José (Luis Rodríguez Zapatero).

 

El Pope leonés lleva años proclamando al mundo esta nueva religión suya, que quiere implantar de la mano de Victorino Mayoral, Gregorio Peces Barba y compañía. Que nadie se llame a engaño: Zapatero y sus secuaces no quieren un Estado dónde la religión ocupe su lugar, sin inmiscuirse en la justa autonomía del orden temporal, en sus instituciones y procesos. Eso hasta las más altas jerarquías eclesiásticas españolas lo admitieron hace mucho tiempo.

Zapatero y sus sacristanes quieren dialogar –con todo el talante del mundo- sobre el modo en el que cada cristiano va a proceder a recluir sus creencias personales al exclusivo ámbito de lo privado: métalas usted en el armario y ojito con sacarlas a pasear. La cuestión es, pues, cómo cada católico va a contribuir –por las buenas o por las malas de esa Educación para la Ciudadanía rebelde- a dejar expedito el paso a los carros y carretas de la cabalgata laicista.

De estos polvos vienen aquellos lodos. De esta estrategia manan esas astracanadas, que contrastan hasta con las decisiones de los dirigentes más rabiosamente incrédulos del planeta. Y les propongo sólo dos ejemplos:

¿Recuerdan los días de luto que el Ejecutivo Zapatero decretó en España tras la muerte de Juan Pablo II? Uno. Un día de luto. El Brasil del izquierdista Lula da Silva decidió dedicar cinco. Y la Cuba de su amigo Fidel Castro, tres. Pero nosotros somos más laicos que nadie. Eso nadie puede olvidarlo. Somos más zapistas que Zapa.

Y el segundo ejemplo. Ahora, el presidente del Parlamento italiano –ex secretario de Refundación Comunista, para más señas- acaba de decidir que en la Cámara del país transalpino se siga instalando la escena de Navidad.

¿Por qué no íbamos a poner el belén? Se trata de algo prestigioso y unificador”, ha dicho el líder de un partido con las mismas afinidades ideológicas que la federación de Gaspar Llamazares. “Creo que es un buen modo de respetar la Navidad”, ha señalado Fausto Bertinotti. “Es también un modo respetuoso para quien no es creyente, porque, además de expresar un motivo religioso, expresa también un aspecto de la vida de nuestro país”.

Dos paradigmas que nos dejan como palurdos ante el mundo entero. ¿Hasta cuándo nos hará este presidente avergonzarnos de nuestra españolidad? Menos mal que cada nación de naciones, o sea, cada realidad nacional, es decir, cada pedanía, autonomía o región, va a seguir decidiendo lo que le plazca en cuestiones que –para mucha gente de bien (creyentes o no)- siguen siendo intocables. Al margen de lo que predique esta trinidad laica que quiere imponer su estrella en la España cañí.

Y, como quien no quiere la cosa, ahí está ese socialista llamado José Bono, fumando espero al hombre que más quiero.

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