Peces Barba, no me jodas

Perdonen el exabrupto, y lamento la zafiedad de la expresión. Me he tomado la licencia de plagiar el giro utilizado en su día por ese fenómeno del arbitraje llamado Rafa Guerrero, popularmente famoso gracias al “Rafa, no me jodas; me cago en mi madre; ¿expulsión de quién?”, que le espetó Mejuto González en 1996, durante aquel Zaragoza-Barcelona.

Don Gregorio Peces Barba, rector magnífico de la Universidad Carlos III de Madrid, acaba de declarar que, cuando escuchaba alguna crítica de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) siendo Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo (que ya es redundancia), le “entraban por un oído y le salían por otro”.

Tiene bemoles la sordera de Peces. Porque, no sé si ustedes lo saben, pero se trata de un padecimiento torcido, inclinado. El señor Peces Barba tiene sordera unidireccional. No es que escuche sólo por un oído, sino que sólo atiende en una dirección. Del resto, no oye. Por eso, que el Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo no escuche a la AVT hay que achacarlo a esta deficiencia, a su fragmentaria incapacitación.

Digo lo de parcial con conocimiento de causa. De hecho, les voy a contar una anécdota poco conocida que lo demuestra. Un relato que lo debe todo, una vez más, a esos maravillosos instrumentos de la democracia participativa llamados micrófonos. Reconozco mi afición por tales aparatitos, capaces de desvelar a la ciudadanía desde el “Rafa, no me jodas” hasta el incidente que les voy a relatar, con el Magnífico Peces Barba de protagonista.

Sucedió durante la clausura del curso de verano sobre “Políticas globales a favor de las víctimas del terrorismo”, celebrado en julio en la Carlos III. Uno de aquellos días, uno de esos indiscretos artefactos de la verdad (me río yo del polígrafo) recogió una conversación “por lo bajini” entre don Gregorio y Natividad Rodríguez, viuda del dirigente del Partido Socialista de Euskadi Fernando Buesa.

En ella, Peces Barba le comentaba –a media voz pero con claridad meridiana- su intención de hacer un homenaje, entre otros, a Ana María Vidal Abarca. La reacción de doña Natividad fue como un relámpago: que mejor no, don Gregorio, que mejor olvidarse de ese reconocimiento porque –le recordó la viuda de Buesa-, en una mesa redonda previa, Vidal Abarca había defendido al Partido Popular y había criticado al diputado socialista herido por ETA Eduardo Madina.

El Magnífico Peces sí escuchó aquel día. La recomendación de Natividad Rodríguez no le entró por un oído y le salió por otro. No. Aquel día atendió muy bien a lo que decía su compañera de mesa y obvió referirse –como era su intención en un principio- a la viuda del militar de caballería Jesús Velasco, asesinado por el etarra Ignacio Aracama Mendía (alias “Macario”) el 10 de enero de 1980, cuando mandaba el Cuerpo de Miñones de la Diputación de Álava.

Uno está dispuesto a encabezar un iniciativa popular para proponer que los micrófonos indiscretos pasen a integrar la categoría de héroes nacionales. Porque, sin necesidad de ‘guerra sucia’, inmorales cámaras ocultas o espionajes impropios de una sociedad democrática, se están convirtiendo, de manera absolutamente inocente, en sinceros averiguadores de la verdadera faz de nuestros dirigentes. Por lo pronto, ya sabemos algo más sobre la nada equidistante sordera del magnífico rector.

Peces Barba, no me jodas. ¿Me entienden ahora?

 
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