Una clamorosa falta de vitalidad

Si hay algo que me descorazona de esta crisis económica y social es comprobar cómo los ciudadanos aparecen exhaustos, angustiados, sin fuerzas, fruto de un pesimismo y una cierta ligereza a la hora de juzgar lo que nos está pasando.

Las críticas se centran casi exclusivamente en nuestros políticos. Y es cierto: hay motivos sobrados para dedicarles un amplio espacio en nuestro análisis crítico. La opinión más extendida es que nuestros gobernantes no están a la altura de la situación.

Sin embargo, percibo también que buena parte de los problemas que tenemos derivan de una clamorosa falta de vitalidad.

Creo que fue Ortega el que dijo aquello de que los españoles carecen de la ambición intelectual necesaria para interesarse por problemas que trasciendan sus intereses subjetivos.

Es un juicio duro pero creo que certero. Basta pasearse por esas barras de bares postmodernas que son Facebook y Twitter para comprobar que, dejando a un lado las victorias de la selección española de fútbol, el ciudadano español no vibra por nada.

Los políticos corruptos vuelven a salir elegidos. Se lee muy poco y triunfa la literatura superficial. Los ciudadanos apenas tenemos conciencia social. En España no hay revistas políticas de altura. Si no fuera por las subvenciones públicas, las publicaciones de arte y pensamiento serían un objeto de museo.

Por eso, por falta de ambición y de registros intelectuales, apenas se escuchan ahora propuestas imaginativas, soluciones rompedoras, alternativas ingeniosas. Nos cuesta espabilarnos y salir del carril establecido.

Quizás vaya siendo hora de romper este páramo de mediocridad. Buen comienzo sería identificar qué es lo que nos pasa y empezar a llamarlo por su nombre.

Más en twitter: @javierfumero

 
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