La cara (dura) de Artur Mas

El comportamiento de Artur Mas ante Ana Pastor, en la Sexta, el domingo denotó que estamos ante una persona obsesionada, que ha perdido buena parte de su capacidad de reflexión, hasta tal punto que si a cualquier ciudadano catalán de los que están a favor de la independencia de Cataluña su casero, o su administrador de bienes, o su asesor financiero, le esgrimiera razones tan endebles para justificar sus acciones en sus vidas humildes y sencillas, prescindirían de sus servicios y consejos.

Para quienes no vieron la entrevista basta con advertir que no se trató de un diálogo ordenado sino, más bien, dos monólogos entrecruzados en los que, uno y otra, mezclaban voces y palabras hablando ambos a la vez y, en algunos momentos, confundiendo a los televidentes que quizás llegaron a no discernir entre quién era la entrevistadora y quién el entrevistado, si no fuera porque conocen físicamente a ambos. Lo cierto es que Mas se disfrazó de Umbral cuando espetó a Ana diciéndola “¿por qué no me preguntas sobre los beneficios de una posible independencia?”, que es la versión actual y catalana de la frase de Umbral: “he venido a aquí a hablar de mi libro”. Ana Pastor defendió su papel con una escueta respuesta: “Las preguntas las hago yo”. El debate entrambos resultó enmarañado y confuso, es decir, tal como Artur Mas quería que fuera.

Hubo dos momentos principales. Mas se permitió decir que “no habiendo podido hacer un referéndum, es decir contar los votos, estas elecciones plebiscitarias se dirimían contando los escaños”, de modo que la mitad más uno de estos serían suficientes para que la independencia tirara para adelante. Curiosa reflexión: la suma de sus escaños y los de CUP puede ser suficiente. No cuentan para él ni los abstencionistas ni siquiera el dato de que una alta abstención, que puede ser debida a las más variopintas razones, puede hacer que con un treinta y poco por ciento de los votos a la opción ganadora se alcance la necesaria mayoría de escaños de que habla Mas. Además, constituye una necedad o una chulería argumentar que contará escaños porque, al no tratarse de un referendo, no puede contar votos. Es absurdo y mal intencionado. Un ejemplo, en Euskadi el PSE ganó en escaños unas Elecciones Autonómicas que no había ganado en número de votos. Los escaños logrados dependen de los votos emitidos y, en todo caso, los votos emitidos constituyen una razón más democrática que los escaños correspondientes.

Pero lo más grave de todo fue la justificación de las donaciones económicas que diversas empresas adjudicatarias de obras y servicios de la Generalitat habían hecho a su partido CDC. En ese momento demostró que no tiene talla ética para ser President, ni de una Cataluña española ni de una Cataluña independiente. Con un descaro terrible se permitió afirmar que es legal recibir “mordidas”, y que el hecho de recibirlas es consecuencia de que las empresas que donan a los partidos políticos lo hacen porque “están de acuerdo con el sistema económico y el comportamiento que defienden y por eso les apoyan con dinero”. Para rizar el rizo llegó a comparar tales donaciones con el dinero que pagan individualmente los militantes de los partidos como cuotas de afiliación. ¿Cabe exhibir una cara más dura que la que se desprende de este razonamiento?

Es verdad que los líderes políticos, en general, se trompican al salir de los trances complejos que suponen ese tipo de preguntas, pero yo no he oído a nadie (ni siquiera a Bárcenas) una contestación más desatinada. Y bien, si acepta algo tan inmoral como son esas donaciones, generalmente usadas para pagar adjudicaciones públicas y cohechos, solo porque las considera “legales” (conformes a la Ley), supongo que aceptará que, en aplicación de la Ley, pueda pasar algún periodo de su vida a la sombra… Tal vez es eso lo que busca, para convertirse en héroe o porque ese el único modo de salir de su obsesión, de su embrollo, sin hacerlo de modo miserable.

 
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