Política de palabras

Es un parloteo continuo, de todos: del PP al PSOE, de Podemos a Ciudadanos. Me hacen pensar en el Words, Words, Words, del Hamlet o en aquello que cantaba Mina, Parole, parole, parole...

No hay nada más fácil que las palabras. Con palabras se dice que se va a cambiar todo, con palabras se nos marea, porque carecemos de un modo concreto de verificar si las palabras corresponden a realidades.

Gran parte del auge de Podemos se basa en las palabras monocordes y como de encantador de serpientes de Iglesias. Pedro Sánchez tiene que defenderse con palabras del peligro de que su liderazgo no cuaje. Albert Rivera no deja de decir, con exceso de palabras, lo feliz que está por lo bien que parece que le va a ir todo.

Político es el que habla y en esto el tópico o prejuicio de que “todos son iguales” es verdadero. Para eso se utilizan las redes sociales – un tuit, 140 caracteres que forman palabras- y hay un uso continuo de la presencia en televisión, donde se dicen más palabras, las mismas palabras. La radio, que vive de palabras, invita generosamente a los políticos. Los debates están hechos de palabras.

Quienes dicen querer regenerar el sistema, o cargárselo, lo hacen con palabras y más palabras. Nada ha cambiado de un modo de hacer política que se remonta al siglo XIX.

No nos engañemos: la democracia ha sido históricamente una cuestión de palabras. La retórica es “todo para el pueblo”. La gramática es: pero antes para unos pocos dirigentes, desde la extrema izquierda a la extrema derecha. El deseo de Poder se lee tanto en las pupilas de Rajoy como en las de Pedro Sánchez, las de Rivera o las de Iglesias. ¿Alguien puede decir qué pinta “el pueblo” en todo eso?

 
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