La retórica sentimental en las elecciones presidenciales

Cuando escribo estas líneas, los primeros sondeos a pie de urnas confirman la clara y prevista victoria de Vladimir Putin en la consulta electoral en Rusia, y las protestas de sus contrincantes. Durante la última semana, la televisión oficial jugó muy fuerte a su favor. No se ha producido el efecto bumerán del que hablan los expertos, ante los excesos de la propaganda audiovisual. No dudan de su eficacia creciente en la vida comercial y en la configuración de la opinión pública. Pero existe también el riesgo de un cansancio por la repetición de imágenes y argumentos, especialmente entre las capas más cultas de la sociedad. De hecho, Putin ha sufrido un fuerte bajón en Moscú.

Me refería hace poco a los argumentos que venía utilizando el primer ministro ruso para convencer a sus ciudadanos para que le eligieran como presidente. El actual pasaría de nuevo a su antiguo cargo, en un tándem de alternancia casi único en el mundo. Las ideas incidían en lo patriótico y en lo histórico, con un toque final de antiamericanismo, que se retrotraía a los tiempos de la guerra fría y del enemigo exterior como justificador de casi todo.

Pero no menos sentimentales son los argumentos que aparecen en los resúmenes de prensa de las actuales campañas de Francia o Estados Unidos. Mucho se ha hablado de la contribución de Internet y las redes sociales a la participación democrática. Pero últimamente leo cada vez más análisis críticos, justamente en línea del predominio de las sensaciones sobre las ideas.

Y es que en las pocas palabras que un ciudadano puede escribir en Twiter o en Facebook, no es fácil aportar críticas de fondo, que quizá tampoco esperen quienes consultan esas páginas, afanados por la premura de conocer la opinión dominante. A pesar de la crisis económica, el carpe diem! anima a no esperar, a no renunciar a nada. Algo de esto se refleja también en la crispación que se intenta llevar en estos momentos a la vida española, en momentos suficientemente delicados como para evitar reacciones inútiles –trágicas‑ a la griega.

Muy al contrario, tendríamos quizá que volver de nuevo a Aristóteles, y releer sus Éticas a Nicómaco y a Eudemo. Recuerdo que proponía la moderación como término medio entre la intemperancia y la insensibilidad. Y ese criterio puede aplicarse analógicamente a la vida intelectual, social y política.

Ciertamente, hace falta pasión para la vida pública, más quizá que para otras profesiones. Sin ambición no es posible hacerse cargo de los problemas reales de la sociedad, para tratar de resolverlos. Pero, como aconseja Gracián: sin descomponerse nunca, menos aún en una época en que el predominio de lo audiovisual penetra en todo, con un reiterado hipersentimentalismo, que convierte en derechos comportamientos que no deberían pasar de meros deseos.

Importa mucho evitar odios, recelos, suspicacias, prejuicios, obsesiones, manías. El moderado sabe pedir perdón, y rectificar sin excusas. A la vez, acepta las posibles excusas de los demás. Y practica una epiqueya flexible, frente al summum ius, summa iniuria descrito por Cicerón.

Se comprenden apelaciones grandilocuentes en tiempos de ajustes más o menos dolorosos para buena parte de las poblaciones. ¿Quién dejará de apoyar propuestas que propugnan moralizar la política? Pero, ¿acaso es más ético el referéndum que la democracia representativa? ¿No será más bien populismo o demagogia? Lástima que no exista el ostracismo, para que algunas figuras mediáticas tengan unos años de reflexión obligatoria lejos de la ciudad…

Siento haber deslizado mi artículo de hoy hacia términos éticos, demasiado generales y poco informativos. Pero sentía, con perdón de los lectores, la necesidad de desahogarme, pues advierto más tercermundismo de lo que parece en los debates electorales de esas grandes potencias. La democracia del futuro se merece algo mejor so pena de, al filo del incremento del desempleo, caer en nuevos mesianismos de bajura. Al cabo, como expresaba en frase profunda Benedicto XVI al inaugurar su pontificado: “El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres”.

 
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