Ahí te va la ministra, Bill Gates

Pase que la Ministra de Cultura confunda el latín con los ratoncitos de los dibujos animados. Pase que pueda decir en la misma entrevista “si Rubalcaba me pilla oyendo la COPE en vez de la SER me cae la bronca de mi vida”, y poco después reivindicar “una unidad móvil de peluquería” para que las mujeres que se dedican a la política puedan “llevar los pelos en condiciones”. Pase que haya sido “cocinera antes que fraila”. Pase que desee que la “UNESCO legisle para todos los planetas”. Pase que piense que el Gobierno maneja “dinero público” y que “el dinero público no es nadie”. Pase que para ella “el español está lleno de anglicanismos”. Pase, tragando saliva, la ironía que supone que esta respetable mujer se encargue precisamente de la cultura española.   Con estos precedentes yo creía que Calvo Poyato había aprendido la lección. Iluso de mí. Pensaba que la ministra estaría demasiado ocupada, quitándole teatros a Canarias para construirlos en Cabra (Córdoba), su pueblo, como para seguir complicándose la vida con sus siempre sorprendentes declaraciones. Pero no. El atrevimiento de nuestra ministra, o su afán por hacernos sonreír un rato, no tiene límites. Las consecuencias de su patosa zambullida en la problemática de Internet amenazan con dar la vuelta al mundo, con sus declaraciones traducidas a decenas de idiomas.   Supongo que a estas alturas ya lo habrán leído en la prensa. Calvo Poyato intervenía el pasado sábado en el Congreso de Editores Iberoamericanos. Cuentan las malas lenguas que la ministra se dio cuenta de que el discurso que llevaba preparado era muy similar al que ya habían expuesto sus predecesoras y decidió, ¡oh cielos!, improvisar algo nuevo, con su habitual gracejo. Los editores, adormilados como en todos estos actos, viendo que empezaba el circo, se acomodaron en sus asientos, se frotaron las manos, se desperezaron y abrieron bien los ojos. Estaban ya preparados para la carcajada. Y tardó unos minutos, pero llegó.   Calvo Poyato, visiblemente crecida, empezó a perder el norte del discurso con eso de que “los gestores de la cultura debemos hacer cosas más llamativas”. Alguno de los espectadores, en ese instante, logró contener la carcajada, pero no pudo evitar la lagrimilla delatora. Porque que alguien con el historial de Carmen Calvo pida precisamente un incremento de una gestión atrevida de la cultura, tiene su puntito de gracia. Pero no crean, sólo era el comienzo.   Después llegó el monólogo, al más puro estilo de Andreu Buenafuente. Si en lugar de Ministra de Cultura fuese humorista su intervención sería para tirarse por el suelo de la risa. Pero dadas sus responsabilidades, los atrevimientos intelectuales de la ministra, sólo provocan tristeza. Pena.   Porque como les decía, Calvo Poyato prosiguió su discurso hablando de los dominios de Internet. Y hablaba con tal seguridad que parecía ser doctora en la materia. Más de uno de los asistentes, entradito en años y aislado de la vida digital, miraba para el techo del auditorio avergonzado por no entender ni papa y sonrojado por la elocuencia de la ministra en la cuestión de las nuevas tecnologías.   Pero nuestra ministra quiso atar bien corto el futuro de la dudosa problemática de los dominios de Internet en España y adelantó al auditorio –provocando su desparrame definitivo-, muy seria y muy tajante, que cuando venga ese tal Bill Gates a España piensa pedirle el dominio de la “ñ”. Después, creo, bebió un sorbo de agua, y siguió como si nada.   Lo que pierde a esta ministra es su atrevimiento, su tendencia a la improvisación. A esa improvisación en la que todos nos metemos a veces, pensando, “la que estoy liando, ¿para qué me habré metido”. Pero hay dos diferencias: primero, que la ministra no es consciente de que se está metiendo en un terreno en el que se verá pronto sobrepasada por sus propias palabras; y segundo, que nosotros no tenemos las responsabilidades que exige su cargo público al servicio de la defensa de la cultura. De la defensa, no de la defenestración. Aunque ambas palabras empiecen con “d” de “Dixi”.   Después de intentar pedirle dominios a Bill Gates –que por cierto, parece ser que el que viene próximamente a España a recoger el premio “Príncipe de Asturias” no es él, sino su padre…- como si fuera el Santa Claus de Internet, propongo a la señora Ministra de Cultura que acuda a la zapatería más cercana a comprar unas lechugas, que llame a Ronaldinho para felicitarle por su victoria en el último Tour de Francia y que se ponga en contacto de inmediato con Britney Spears para que le facilite la fórmula secreta de la Coca Cola.   ¡Y que viva el Whisky DYC y su gente sin complejos!

 
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