Conclusiones de la UE sobre Cuba

Las Conclusiones del Consejo de la Unión Europea hacia el gobierno de Cuba, adoptadas el 15 de junio, parecen procurar un año de gracia como salomónica decisión para alcanzar consenso en un tema que realmente no constituye una prioridad, cuando tiene que atender la crisis económica, el creciente desempleo con probabilidades de inestabilidad social, y problemas internacionales peliagudos. También da oportunidad a que la situación en la Isla sea más definida, así como que el diálogo tenga algún resultado.

No existía aún condiciones para que España pudiera eliminar la Posición Común de 1996, a pesar de su empuje en la reunión de Luxemburgo, a tenor de su compromiso con las autoridades cubanas, y mientras la República Checa, que ha condenado muy enérgicamente las arbitrariedades, junto a otros países, sobre todo desde Marzo de 2003, tenía que procurar equilibrio como Presidente de la EU en este período, dificultado por el euro-escepticismo de sus gobernantes que además afrontan una delicada situación interna. De las declaraciones del Canciller Moratinos se desprende que espera arrastrar a muchos países más hacia la eliminación de la   Posición durante la presidencia española a partir de enero de 2010, e imponerse a aquellos que se oponen, fundamentalmente convenciendo a quienes en última instancia admitirían reformularla.

Las Conclusiones procuran resaltar las bondades del reinicio del diálogo político y la cooperación para el desarrollo con las autoridades cubanas, que serían reales si hubieran producido ya resultados verdaderamente tangibles. Aunque reitera su disposición a los contactos durante las visitas de alto nivel con la pacifica oposición pro-democracia, borda la expresión “cuando sea apropiado” con mayor sutileza que en la formulación de 2008, al añadir “llama al gobierno cubano a permitir los contactos sin interferencia”, o sea que refuerza que le están pidiendo un permiso, que no dará. Las autoridades transigieron la realización de esos encuentros, que se impusieron por la persistencia de los visitantes hasta Marzo de 2003, y esta aparentemente ingenua frase, que pasa inadvertida para quienes no están acostumbrados a las sutilezas del lenguaje diplomático, es una deferencia para las autoridades cubanas y una excusa para no efectuarlos.

En La Habana se juega la carta de que los intereses económicos y sus falsas promesas destruirán las referencias en estas Conclusiones de la UE a la falta de progreso en la situación de los derechos humanos, particularmente en el campo de los políticos y civiles, y las reformas políticas;   la urgencia a la liberación de los presos de conciencia y políticos pacíficos; las preocupaciones por los prisioneros con serias condiciones de salud; la exhortación a permitir el acceso de las organizaciones humanitarias internacionales a las prisiones; y la reiteración de la conveniencia de facilitar la libertad de información y expresión, incluyendo el acceso a Internet. También molesta el delicado recordatorio de la importancia de reformas estructurales económicas y sociales. Son valiosos los llamados a progresar en todos esos aspectos cruciales para los cubanos que sufren dignamente las consecuencias de haber osado expresarse; que tiene coartados sus derechos a la información, y que diariamente afrontan carencias de todo tipo impuestas por el totalitarismo caprichoso.

Hasta junio de 2010, el gobierno cubano tendría tiempo para descongelar las relaciones con la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea, porque a pesar de que el Consejo encomia los progresos en el diálogo, ni siquiera recibe a los diplomáticos acreditados en La Habana, pero los mantiene permanentemente vigilados como si se tratara de peligrosos enemigos.

Indudablemente, el presente y el futuro de Cuba dependen de los cubanos. No obstante, son disuasivas la exigencia y la solidaridad internacionales, en particular de una institución tan prestigiosa,   admirada e influyente como la UE, compuesta por países que han desarrollado las ideas más avanzadas de la humanidad, comprendida la libertad, la democracia y los derechos humanos. 

La crisis política, económica y social cubana demanda renunciar a los egoísmos de poder, y empezar los cambios indispensables para enmendar la destrucción generalizada, sin continuar culpando a ajenos por los errores propios. Podría ser el despegue hacia la prosperidad y la justicia social, pues despreciar la responsabilidad hacia el pueblo podría llevar a la represión con consecuencias nefastas. 

 
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