Cuba y la Cumbre de las Américas

La Cumbre de las Américas se efectuará en Trinidad y Tobago entre el 17 y el 19 de abril, con muy elevadas expectativas por participar el nuevo Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de cuya Administración se esperan cambios positivos en las relaciones con América Latina. A ello se une la crisis mundial, que ya impacta la región con consecuencias muy negativas, en cuya solución las medidas que tome la economía más poderosa del planeta son decisivas. 

Para los cubanos, además, el evento tendrá una significación especial, pues aunque Cuba no participa, todo parece indicar que las relaciones con Estados Unidos se debatirán a propuestas de varios países latinoamericanos, en especial interesados en el cese del embargo económico. Indudablemente, sería positivo el fin de una política que no ha beneficiado al pueblo cubano, sino que sólo ha servido a los intereses de los elementos más conservadores en el régimen   o del otro lado del Estrecho de la Florida.

En especial han disfrutado de esa política quienes, instalados durante 5 decenios en el gobierno en Cuba, han utilizado el enemigo norteamericano para cultivar el nacionalismo y tratar de justificar un poder absoluto, así como la aplicación de una continuada represión y violación de los derechos humanos a los ciudadanos que han protestado. Adicionalmente, ha sido utilizada para confundir y mostrar el embargo como supuesta causa del desastre nacional, cuando el origen del l rotundo fracaso del proceso iniciado en 1959 está en la dogmática implantación de un sistema disfuncional.

Sin dudas, si fuera posible avanzar en la disminución de la hostilidad entre Cuba y Estados Unidos, se eliminaría la gran coartada al totalitarismo cubano y serían facilitados los esfuerzos por alcanzar una Cuba democrática y reconciliada tras tantos años de odios infecundos. Sin embargo, verlo como han hecho durante años algunos países latinoamericanos, sin entrar a analizar los problemas dentro de Cuba y el verdadero bloqueo, que no es otro que el impuesto al pueblo por el gobierno, sería un análisis parcializado, ajeno a los más graves problemas afrontados en la Isla, que de prolongarse podrían llevar a convulsiones sociales, que no sólo afectarían internamente, sino que podrían tener efectos desestabilizadores en   áreas circundantes.

Realmente resulta preocupante que en la Cumbre de las Américas volviera a repetirse el triste espectáculo presenciado por los cubanos durante las recientes visitas de Presidentes latinoamericanos, que si bien criticaron el embargo norteamericano, guardaron absoluto silencio sobre la penosa situación que afronta nuestro pueblo en materia de derechos humanos y aspectos cruciales en los planos económico y social, aduciendo un falso respeto a la soberanía nacional, mientras obviaron la soberanía popular por tanto tiempo mancillada. En esas visitas ni siquiera se refirieron a los cientos de reos políticos pacíficos, incluidos los 54 prisioneros de conciencia reconocidos por Amnistía Internacional y avalados por el Grupo de Detenciones Arbitrarias de la ONU desde junio de 2003.

En el conclave de Trinidad y Tobago, junto a la demanda del cese del embargo y otras medidas contraproducentes, debería producirse un análisis más integral de la realidad cubana, y acordar la adopción de políticas más proactivas que propicien los cambios hacia la democracia. En especial por parte de las naciones latinoamericanas que tradicionalmente- en general- han mantenido posiciones muy tibias frene al drama cubano, de lo cual ha sido un penoso ejemplo, salvo honrosas excepciones, el comportamiento de las embajadas en La Habana, siempre distantes de la perseguida sociedad civil emergente. El aislamiento ha fracasado al igual que ha ocurrido en otros países, pero la complacencia y la indiferencia produce efectos negativos y desalentadores. 

Para quitar el embargo no es imprescindible reclamar concesiones por parte del totalitarismo cubano. Sectores importantes del régimen no tienen interés alguno en el mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos; el embargo históricamente les ha proporcionado enormes réditos. Por el contrario, temen que de debilitarse, podría dañar la coartada por tantos años empleada.

Las Américas deben jugar un papel más importante. Quitar el embargo, no puede significar ver con tranquilidad como un pueblo sufre y un país se desmorona. Al contrario, la eliminación de políticas probadamente inefectivas debe promover iniciativas más inteligentes, que propicien la democratización y reconstrucción abarcadora del país.

 
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