El Dj está de mal humor

Nadie sabe muy bien lo que siente un pinchadiscos, hasta que no se convierte en un uno de ellos. Sea ocasional, profesional, aficionado o extraordinario, el Dj percibe un sinfín de sensaciones que escapan al resto del pub. El verano puede convertirse en un calvario para estos profesionales.

Durante el invierno, por lo general, los Djs residentes terminan por hacerse conocidos en sus respectivos locales, de forma que los clientes saben ya sus gustos, su forma de pinchar y su carácter. Igualmente su público ya conoce si le agrada que le pidan canciones o no, y de qué forma deben hacerlo. Con el verano y las vacaciones cientos de españoles –y extranjeros- se desplazan de ciudad en ciudad entrelazándose las audiencias de los distintos locales de hostelería. Así el Dj tiene un nuevo público, una demanda de nuevos gustos musicales y en cierto sentido, tiene que volver a partir de cero en su tarea. Volver a presentarse a sus clientes, especialmente en lo musical. Además el tiempo estival obliga al pinchadiscos a lidiar con el peligroso mundo de los  ‘mix’, ya sean Ibiza, Caribe o Disco Estrella.

Por su parte, los pinchadiscos se dividen en una extensa variedad de categorías. Desde el Dj ‘enrrollado’, que se pasa el día hablando con los clientes y no pincha nada, hasta el independiente místico. Este último pincha una música extrañísima que unas veces está bien y otras aburre a las moscas, pero nunca los asistentes conocen las canciones.

En el terreno de las peticiones el más inteligente es el ‘pinchadiscos que asiente’. Se le distingue por su eterna sonrisa, su amabilidad y su credibilidad facial al aceptar sin pestañear cualquier petición musical que se le haga. Luego, naturalmente, pone las canciones que quiere e ignora casi todas las peticiones. Pero queda muy bien con la audiencia. Y él mismo se siente bien.

Quienes realizan una petición al pincha son otra compleja especie nocturna a estudiar. Hay quien exige al Dj que ponga una determinada canción, quien lo suplica y hay quien por el mero hecho de entrar en un pub se siente en la necesidad de pedirle algo al ‘pincha’, ya sea para impresionar a los amigos o por pura inercia. Este último acostumbra a pedir una canción complicadísima de encontrar y justo cuando el Dj se topa con el escurridizo disco, acude a darle las gracias y decirle que no se moleste. En realidad no tenía ningún interés por escuchar esa canción.

Siendo pinchadiscos por una noche se descubre mucho sobre las personas que se encuentran en el pub. Se palpa la gratitud, la educación o el sentido del humor de muchos clientes. También la ordinariez y los malos modos de otros. Hay quien pide una canción con insistencia y después abandona el local mientras está sonando el tema en un despreciable gesto de mala educación. Y quien al término de la canción se acerca al pinchadiscos a agradecerle su cortesía.

Observando esta faceta del mundo de la música, se puede ir entendiendo lo que sufre el Dj cuando asoma la mala educación de algunos clientes. Por su parte el ‘pincha’ puede ir descubriendo lo que puede llegar a aburrirse la audiencia de un pub por su cabezonería y su hermetismo. Un Dj debe mirar todo el tiempo posible a las caras de su público y actuar, si puede, en consecuencia.

Cuando veo a una sala entera dejarse llevar al ritmo que el Dj marca con los matices musicales del recorrido de una buena sesión, compruebo que poner música es todo un arte. Me encantan esos pinchadiscos que palpan el abismo monstruoso entre el final de una canción y el comienzo de la siguiente. Que se empapan en el sentir de la sala cuando realizan un cambio arriesgado. Que viven por dentro una fiesta de música, y arte mientras muestran por fuera esa cara impávida de hombre serio y responsable  en sus tareas.

Paco, un joven seco y callado, pinchaba música desde varios hace años en un local todos los sábados. En el centro de su cabina, decorada con posavasos de cervecerías de todo el mundo lucía un cartel claro, preciso y amenazante: ‘El Dj está de mal humor y no quiere peticiones. Gracias’. Y nadie le pedía nada. A pesar de todo pinchaba excelentemente y nunca lo vi de mal humor. Sin embargo, algo así sólo se lo puede permitir Paco.

 
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