Empieza el baile

En nuestro pasado reciente el reinicio del curso político solía hacerse de una forma gradual, sin brusquedades. Este año no va a ser así. En la semana que hoy comienza, el Presidente Zapatero tiene dos citas importantes en la Moncloa: hoy mismo recibe al líder de la oposición, Mariano Rajoy, en una entrevista que no dará mucho de sí; el miércoles será el turno para el lehendakari Ibarretxe y la semana política se cerrará el sábado en el Senado con la Conferencia de Presidentes Autonómicos que se reunirán para debatir sobre la financiación sanitaria. No está mal para empezar. Pero es que además, el verano que está a punto de terminar ha tenido un cierto carácter de "horribilis” para Zapatero y su Gobierno, si se tiene en cuenta la concatenación de sucesos y hechos, cada uno mas grave que el anterior: la muerte de once personas en el incendio de Guadalajara; la muerte de una persona en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Roquetas; la muerte de 17 soldados españoles en Afganistán. Tres hechos que han demostrado que este Gobierno, y especialmente su Presidente, son unos genios en el campo de la publicidad y de la propaganda, pero que ponen en evidencia sus indudables carencias cuando suceden hechos de la gravedad de los anteriormente citados. Ni Zapatero estuvo especialmente ágil de reflejos para hacer frente a la crisis creada por el incendio y la muerte de un retén compuesto por once personas en Guadalajara; ni el Ministro del Interior y no digamos nada el Director General de la Guardia Civil -¿cuándo dimitirá, aunque sólo sea por dignidad personal, el General Gómez Arruche?- estuvieron acertados en las explicaciones dadas sobre el gravísimo hecho de la muerte de un ciudadano en un cuartelillo de la Benemérita; ni la sobreactuación del Ministro de Defensa con motivo del accidente del helicóptero en Afganistán aclaró de forma definitiva las causas del mismo y, sobre todo, los motivos por los que hay tropas españolas en aquel lugar. A Zapatero y a su Gobierno se les ha acabado el periodo de gracia. Pueden seguir “mareando la perdiz” y adoptando medidas que contenten a colectivos minoritarios de este País, pero los auténticos problemas están ya encima de la mesa y en algún momento deberán hacerles frente. En esa relación de “frentes abiertos” que tiene ZP ocupa un primerísimo lugar el de la reforma del Estatuto de Cataluña. Si uno se atuviera a lo que han dicho al respecto los dirigentes de los principales partidos catalanes sería como para encerrarles a todos en algún lugar durante una buena temporada y, por supuesto, suspenderles mientras tanto de empleo y sueldo. Y, sin embargo, aunque sea raro en él, quien ha puesto el dedo en la llaga y ha dicho una cosa sensata —ya digo que esto hay que tomarlo como una cosa excepcional y no hacerse excesivas ilusiones al respecto- ha sido el “número dos” del PSOE, el siempre inefable Pepiño Blanco, cuando señaló hace unos días, que los políticos catalanes estaban enzarzados en un debate bastante alejado de los intereses concretos de los ciudadanos, corriendo por tanto, con el serio peligro de aburrir y cansar a estos. Bien por Pepiño, pero si quiere ser coherente con ese argumento hasta el final, que empiece por arreglar y poner orden en su propia casa; es decir, que él o su jefe hablen con Maragall y con un destacado dirigente del PSC que, ¡oh casualidad!, tiene asiento en la mesa del Consejo de Ministros: José Montilla, para más señas. No muy alejado del “frente catalán” se encuentra el que asienta sus reales en el País Vasco. Zapatero recibe este miércoles en la Moncloa al lehendakari Ibarretxe y como a los dos —por diferentes motivos- les ha atacado el virus de la opacidad, de la no transparencia, es posible que se limiten a decir esas cosas que los portavoces gubernamentales airean cuando no se quiere contar nada: que la entrevista ha sido muy cordial, que hay que inscribirla en los contactos institucionales habituales entre ambas Administraciones; que hablar es bueno, y mandangas por el estilo. La realidad del “frente vasco” es, por desgracia, muy distinta. Tanto Ibarretxe como su partido han dejado claro que piensan seguir con la estrategia soberanista e independentista que impregnaba el fondo del Plan del lehendakari que fue aprobado en el Parlamento Vasco el pasado mes de diciembre y rechazado en febrero por el Congreso de los Diputados; el brazo político de ETA, Batasuna, cada vez se encuentra mas crecido; la banda terrorista está a la expectativa de los movimientos que hace Zapatero y también de lo que pasa en Cataluña con el Estatut. Y así, hasta el aburrimiento. Se acabó la cantinela del talante y del "buen rollito". Ni la sonrisa permanente tiene efectos mágicos para arreglar los problemas, ni diciendo que sí a todo y a todos desaparecen aquellos. A Zapatero le está llegando la hora de la verdad, que no es otra en la que tendrá que mojarse y optar, algo que a veces cuesta, sobre todo cuando se anda justo de ideas propias.

 
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