Y sin alzacuellos

Gonzalo Altozano publica un libro sobre Dios. No me extraña. La noticia sería que Dios publicara un libro sobre Gonzalo Altozano. Al fin y al cabo es el director del Semanario Alba, y la santidad se le supone. O al menos, me imagino que tendrá asegurado el pase a la zona VIP del Purgatorio. No sé quién gestiona esas acreditaciones. Pero sé que para empezar a hablar hay que pasar por taquilla. Hay quién piensa que los católicos vivimos obsesionados con la confesión, pero es que es el principio de todo. La confesión es la segunda de las razones por las que Dios no está solo. Que Dios es Dios, es la primera razón. Y la confesión es también la razón por la que nosotros no estamos solos. Gracias a Dios.

El libro de Gonzalo Altozano se llama así, No es bueno que Dios esté solo, y cualquier amante de la literatura debería comprarlo sólo por ese motivo. Hay títulos que lo merecen todo, aunque sean un desmentido del propio contenido del libro, que pone rostro, precisamente, a 101 personajes que buscan la compañía de Dios, cada uno a su manera y en su lugar en el mundo.

Hay muchas formas de escribir un libro sobre Dios. La más fácil consiste en no escribirlo. Gonzalo ha optado por el camino difícil, aunque sea para no defraudar a los que le conocemos. Se nota que no ha querido hacer un libro para santos y se agradece, porque eso permite que podamos leerlo todos los demás. La santidad es un anhelo, pero también un bien preciado y, muerto Chesterton, no conozco a ningún columnista que haya alcanzado tal estado de gracia en el ejercicio de su profesión. Dudo que mi caso sea la excepción.

A Dios lo que es de Dios y a Gonzalo lo que es de Gonzalo. En la vida de un periodista hay que saber hacer muchas cosas raras. Desde teclear tres folios en cinco minutos con un solo dedo y manchado de kétchup, hasta abrir latas de cerveza con los muelles del tóner de una impresora, pasando por el noble arte de escribir obituarios sin prestigiar en exceso al muerto, para que no se le suba a la cabeza. Pero si hay algo que distingue a este oficio del de sexador de pollos, por encima de todo, es saber entrevistar como Dios manda.

Dicen que uno siempre desea lo que no tiene. Y parece claro que Dios le ha dado a Gonzalo el talento para las entrevistas que a mí me ha negado. En el fondo, le estoy agradecido, porque he salido ganando en el cómputo de obligaciones periodísticas. Gonzalo es un entrevistador único, con estilo propio, divertido e impertinente a partes iguales. Tener estilo entrevistando es algo tan extraordinario como saber sujetar un cigarrillo sin que parezca que vas a disparar con él, o poseer ese porte innato que convierte a un manojo de arrugas y flacideces con traje oscuro en un caballero con traje oscuro. Y si las entrevistas son siempre difíciles, se vuelven imposibles cuando se trata de hablar de lo más profundo del ser del entrevistado, del sentido de la vida. De ahí que lo que ha logrado Gonzalo con los personajes que reúne en este libro sea casi milagroso: que 101 españoles, muchos de ellos muy conocidos, saquen del armario sus creencias, sin miedos y sin tapujos, con la que está cayendo, es ante todo un éxito, y especialmente un éxito periodístico.

Desde Amando de Miguel, José María García, Vittorio Messori, o Javier Clemente, hasta Rita Irasema, Petón o Miguel de la Quadra Salcedo, pasando por una enferma de cáncer, un mecánico de coches, o una madre familia. No son todos son grandes ejemplos de fe. No todos son santos. No todos son personajes públicos. Los hay más practicantes y menos, más naturales y más impostados, más divertidos y otros increíblemente aburridos, que tal vez tengan que pasar un par de años de condena extra antes de ir al Cielo, para purgar el tedio que han causado al prójimo. Pero al fin, No es bueno que Dios esté solo es un libro sobre Dios, pero también un muestrario de intimidades. No de esas pringosas que aparecen en las prensa rosa, sino de las de verdad, de las que viajan grabadas a fuego en el corazón.

Lo mejor del cristianismo es que no premia a los mejores, sino a los que han logrado ganarse mayor misericordia divina. Eso es una gran noticia para los que no conseguimos abandonar la molestísima condición humana. El cristianismo es ante todo una oportunidad, la de salvarse, y una experiencia, la del amor. La del Amor.

Explicar la fe es imposible. O mejor dicho, es inútil. O mejor dicho, no lo es todo. La fe en Dios, hay que vivirla y experimentarla. Por lo demás, la mayor parte de la gente se la lleva a la tumba sin facilitar detalles a ningún periódico sobre cómo se dirigen a Dios Padre cuando rezan, o sin explicar qué les une a la Santísima Virgen. Sólo un forense del periodismo como Gonzalo Altozano podría arrancar a sus entrevistados estos 101 testimonios, que constituyen una catapulta hacia la aventura de la fe para no iniciados, y un bálsamo para todos aquellos que creíamos que nuestras dudas, alegrías, soledades, y plenitudes, en relación al buen Dios, eran experiencias demasiado extravagantes como para compartirlas con un tipo que, al menos hasta hoy, camina por Madrid con grabadora y sin alzacuellos.

 
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