Se cabe

A veces hay que colarse por los intersticios de la ideología, buscar las fisuras más sutiles, rebañar hasta el ápice más pequeño de presunta idiosincrasia, modular la voz con un registro personal para que suene diferente lo que acaso siga siendo la misma tonada que canta el otro. Pero se cabe. La demanda es siempre flexible, y se cabe. En bienes y servicios. También en política y en medios de comunicación. Si no se cupiera, nadie habría emprendido las aventuras inciertas y arriesgadas de fundar ex novo un partido, llamado provisionalmente Unidad, Progreso y Democracia, y un par de periódicos en papel (¡un par de periódicos en papel!), Público a la izquierda y La Nación a la derecha. Proyectos, los tres, aún en ciernes.

La tendencia general -y no sólo la comprensible de los afectados directos por los nuevos concurrentes- es creer que en el mercado existe una saturación y que nadie más puede abrirse paso. No tiene por qué ser cierto. Los votantes y los lectores de prensa se reúnen en torno a las ofertas que ya existen, porque son las que se les ofrecen, no porque rechacen otras posibles. Si vale el ejemplo, una chica puede encontrar a su novio muy mono y así, pero nadie le asegura que el día de mañana, cuando conozca a su hermano mellizo, que por el momento está de Erasmus, no vaya a enamorarse de él sin por ello traicionar ese mismo aire común de familia que tanto le gusta. Evidentemente, para el novio, y para la propia chica, el mercado en teoría no daba más de sí. Y, sin embargo..., oh, cielos.

El ensanchamiento de opciones siempre beneficia a todos, por mucho que haya quien se empeñe en proclamar interesadamente lo contrario. Los que se arriesgan a cubrir un flanco no bien atendido hasta el momento experimentan la satisfacción del deber moral cumplido, y tienen ante sí la eventualidad del éxito en el acceso al poder o a la influencia. Los que secundan el empeño mediante su apoyo en las urnas o en los quioscos comprueban con deleite que aumenta su libertad de elección, lo cual nunca ha de conceptuarse como una externalidad superflua. Los que han de retirarse un tanto para dejar hueco a los recién llegados, con frecuencia a contrapelo de su voluntad, puede que sufran una merma cuantitativa, pero nunca cualitativa: la competencia los impulsará en el intento de mejoría.

No faltan ejemplos de proyectos que nacieron con vocación novedosa y resultaron efímeros, tanto en la política como en los medios. Fueron los casos respectivos de la Operación Reformista de Roca, o de los diarios El Independiente y El Sol. Sin embargo, han cuajado otras iniciativas partidarias y periodísticas que parecían carecer de espacio para sobrevivir, tales como Ciudadanos de Cataluña y la muy asentada cabecera de La Razón. Cuando se acentúan los perfiles propios, sean éstos cuales sean, y cuando se conecta con un sector de la población a través de la claridad de ideas, la coherencia y la valentía, aunque parezca que ya estamos todos no hay problema, que se cabe.

 
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