La noria vasca

¡Menos mal! que una vez más, la Guardia Civil ha hecho su trabajo y con las detenciones llevadas a cabo en Burdeos ha asestado un duro golpe a la cúpula de ETA. Ahora cabría esperar que aquellos partidos vascos –PNV, EA, IU y Aralar- que de forma tan miserable como indigna aprobaron hace unos días una moción en el Parlamento Vasco acusando al Instituto Armado de practicar la tortura, tuvieran la decencia de aprobar otra en la que reconocieran el esfuerzo de la Guardia Civil por quitar de en medio y poner a disposición de la justicia a los únicos “torturadores” del pueblo vasco, como los cuatro miembros de ETA detenidos el martes.

Este nuevo golpe policial a ETA ha venido a paliar en parte el cansancio, el aburrimiento y el hastío que provoca en la opinión pública la denominada “cuestión vasca”, asimilable a la noria que da vueltas y vueltas para volver siempre al punto de partida, y que desde el punto de vista institucional tiene su expresión más clara en la terquedad y la insistencia de Ibarretxe por llevar adelante su plan soberanista.

El resultado de la reunión del pasado martes entre Zapatero y el lehendakari era previsible. Ambos tuvieron que escenificar una farsa cuyo desenlace era conocido de antemano. Ibarretxe jugó el papel de víctima de la incomprensión y de la falta de disposición al diálogo por parte de eso que los nacionalistas denominan “Madrid” y que tan bien explicaba un “ex” del PNV, Joseba Arregui, en un artículo publicado en El Mundo el mismo día de la reunión de la Moncloa.

Por parte del Presidente, ahora tocaba dar la imagen de firmeza y de no querer entrar en un juego que claramente desborda el marco constitucional y estatutario. El único problema que tiene Zapatero es que si entró en ese juego con ETA en las reuniones que su partido mantuvo con Batasuna y con el PNV en Loyola durante su fracasado y mal llamado “proceso de paz”. ¿Por qué se niega a negociar conmigo, representante legítimo del pueblo vasco, lo que negoció con ETA?, se preguntaba y con bastante razón Ibarretxe a la salida de la Moncloa

En manos del lehendakari está el adelantar o no las elecciones vascas. Si se ciñe a su “hoja de ruta”, las convocará para el otoño en el caso de que el Parlamento Vasco no le autorice el próximo mes de junio hacer la consulta que pretende llevar a cabo en octubre. Incluso aunque se lo autorice –para lo que requiere el apoyo de la franquicia de ETA, el PCTV- el lehendakari podría convocarlas si el Gobierno Central, como es su obligación, impugnara en los tribunales el acuerdo del Parlamento Vasco. En dichas elecciones, aunque Ibarretxe pretenda aparentar que lo ignora, el pueblo vasco va a volver a decidir, va a tener la palabra, y las cosas no pintan bien para el partido del lehendakari. El aviso de las generales –con clara victoria del PSE en las tres circunscripciones electorales de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa- fue muy serio, aunque se equivocaría quien crea que es un resultado transpolable a unas autonómicas.

De aquí a esas elecciones, el PNV va a jugar el papel de víctima, va a intentar captar votos en la izquierda abertzale sin perderlos de su sector moderado. El PSE se va a presentar como la única opción no nacionalista que garantiza una alternativa tranquila al PNV, por lo que solicitará el voto útil de todos aquellos desencantados con el actual rumbo del PP, inmerso además en el País Vasco en una profunda crisis por la marcha de María San Gil. Siempre les quedará a los populares el recurso a que los Lasalle, Arriola, Soria, Núñez Feijoo, Alfonso Alonso, Soraya Sáenz de Santamaría, con Rajoy a la cabeza, sigan apostando por el acercamiento a los nacionalistas, por ser más simpáticos con ellos, para conseguir de esa manera un hundimiento controlado de la nave popular: primero en aguas vascas, luego en las gallegas, para acabar tocando fondo en las europeas.

 
Comentarios