Javier Fumero

El tono, por favor

Bandera de España de la Plaza de Colón de Madrid
Bandera de España de la Plaza de Colón de Madrid

Me gusta mi país. Cuando lo digo, me suelen mirar con estupefacción. Porque existe el convencimiento, casi generalizado, de que nos hundimos, de que esta sociedad es lo peor y que vamos cuesta abajo y sin frenos. El balance suele ser demoledor: nunca habíamos estado tan mal y en situación tan crítica, en una deriva autodestructiva. Y yo no puedo estar más en desacuerdo.

Si uno da dos pasitos hacia atrás –de verdad, no hacen falta más que dos pasitos - y contempla la situación con un pelín de perspectiva, si uno no está muy ofuscado caerá en la cuenta precisamente de lo contrario: nunca hemos estado mejor. Lo digo también a nivel planetario, no sólo de España. Nunca ha habido menos conflictos bélicos en el mundo, nunca ha habido mejor nivel sanitario en el planeta, los índices de alfabetización son los mejores de la historia de la humanidad y las franjas de pobreza se han reducido también como nunca. Insisto: nunca antes hemos estado mejor en ninguna de esas parcelas. Es así.

¿Quiere esto decir que todos los problemas están solucionados o que no haya graves riesgos de cargarnos todo? En absoluto. Hay desafíos tremendos. Hay que ponerse las pilas en muchos frentes. Hay graves atropellos que denunciar y derechos que reivindicar si no queremos que todo lo conseguido se vaya al traste. Pero ni estamos tan mal como se dice, insisto, ni apenas disfrutamos de lo conseguido. No percibir todos estos logros, darlos por normales, es como si no hubieran sucedido. Esto también es grave.

Dicho esto, una de las cosas que yo incluyo en el capítulo de cosas que tenemos que hacernos mirar con urgencia es el tono del debate público. Este miércoles, sin ir más lejos, Irene Montero fue insultada de forma grosera en sede parlamentaria en una intervención absolutamente fuera de lugar. No hay derecho. Con la enorme ristra de motivos que hay para razonar una crítica a sus muchos dislates, no se entiende que alguien pierda los papeles y se dedique a ofender. Es intolerable.

Que alguno haya justificado el hecho aludiendo a que el propio Pablo Iglesias hizo lo mismo con Ana Botella durante una intervención en La Sexta no justifica nada. Dos abusos no suman hasta generar un bien. Sólo confirman que la exclusiva de la desvergüenza no la tiene un solo partido político: es transversal.

Más en twitter: @javierfumero

 
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