Sánchez “trolea” al Senado

Yolanda díaz llegando al Senado en una sesión de control. Imagen de archivo

Las instituciones, para Sánchez, solamente cuentan si sirven a su propósito (propósito en singular) de mantenerse en La Moncloa y como en el Senado, por la voluntad de los españoles, expresada democráticamente en las urnas, el Partido Popular tiene mayoría absoluta, Sánchez no quiere saber nada de una cámara en la que, mal que le pese, también está reflejado el sentir de los ciudadanos.

Ya se sabía, pero tras la presencia y la intervención de Aragonés en el Senado, ha quedado perfectamente demostrado que ni el Senado podía llegar a menos ni Aragonés podía llegar a más.

Toda esa chulería -propia del Paralelo barcelonés de los años 20 del pasado siglo- diciendo que venía a “trolear” al Partido Popular, ni siquiera se reflejó en lo que dijo, fuera de dar por sentado que, en estos momentos, los separatistas consiguen de Sánchez todo lo que se proponen. Y es verdad.

Parece ser que “trolear” puede significar provocar a alguien o burlarse de alguien con bromas pesadas. Vista la catadura de Aragonés, lo de provocar puede tener un pase, pero lo de gastar bromas, aunque sean de mal gusto, no es lo suyo.

Todo se quedó en un discurso mediocre, repetitivo y de una altura más bien escasa. Un mitin político que intentaba restar protagonismo al cada vez más cercano a la frontera, en maletero o fuera del maletero, pero que lo único que consiguió fue achicar, aún más, la figura del heredero político, en eso de la Esquerra, no se sabe bien si de Rufián, de Tardá o de Junqueras, porque suponerle sucesor de Tarradellas, suena a blasfemia.

Un vodevil en catalán que no merecía ni los euros que costaba a todos los españoles la traducción simultánea.

El que de verdad “troleó” al Senado, que no a los senadores del Partido Popular, fue Sánchez. Y lo hizo a distancia, y entre abucheos en la Sevilla de la “preferia”. Claro que su incomparecencia parlamentaria y la de los que deberían estar en el banco destinado al Gobierno, tampoco se notó mucho, porque ni Sánchez ni sus ministros, son capaces de brillar por nada, ni siquiera por su ausencia.

Las instituciones, para Sánchez, solamente cuentan si sirven a su propósito (propósito en singular) de mantenerse en La Moncloa y como en el Senado, por la voluntad de los españoles, expresada democráticamente en las urnas, el Partido Popular tiene mayoría absoluta, Sánchez no quiere saber nada de una cámara en la que, mal que le pese, también está reflejado el sentir de los ciudadanos.

A lo mejor en la calle Génova de Madrid, alguien debería preguntarse qué pasaría si los diputados del Partido Popular dejaran de asistir a las sesiones del Congreso de los Diputados, ese en el que se sienta, nada más y nada menos que Armengol, en el sillón asignado a quien lo preside y en el que Sánchez tiene mayoría gracias a quiénes la tiene.

 

La carcajada: Dijo Sánchez en Sevilla mientras le abucheaban: “Bueno, bueno, escuchadme que tengo algo que deciros” y a los que seguían abucheándole les soltó aquello de los pisos para extranjeros y los permisos de residencia, o lo que sea eso de la visa.

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