La dictadura de los ofendiditos

Lamine Yamal, futbolista de FC Barcelona.
Lamine Yamal, futbolista de FC Barcelona.

No es ninguna novedad que nos encontramos en un momento de dictadura de las minorías. De corrección política, muchas veces llevada al extremo de la irracionalidad. Y de genuflexión de los actores mediáticos y sociales ante la presión de las redes sociales. En la sociedad de hoy pedimos disculpas por todo. Muchas veces sin saber siquiera por qué las pedimos. Pero se piden igualmente, por si acaso alguien se ofende (que por supuesto siempre lo hay). Sin embargo, que esto sea hoy una realidad no significa que sea algo bueno. Ni tampoco justo. 

La pasada semana vivimos dos ejemplos de cómo las todopoderosas redes sociales, con sus trolls, bots, activistas y ofendiditos al frente, son capaces de hacer hincar la rodilla al medio histórico por excelencia: la televisión. Y lo vimos en dos casos muy diferentes entre sí, pero que las redes relacionaron con temas considerados “muy sensibles” en la actualidad, como son la raza y la identidad sexual.

En una emisión en directo del programa Conecta Canarias de Radio Televisión Canaria, se produjo un momento incómodo cuando el presentador no identificó a su entrevistada cuando se inició la conexión. El conductor se confundió al ver que el aspecto físico de la persona en pantalla era el de un hombre con marcada alopecia y voz grave. La realidad es que esta persona era una mujer trans. Pero las redes sociales se cebaron con el periodista, y la entrevistada rechazó hacer la entrevista por “dignidad”. 

Seamos serios: ¿alguien en su sano juicio puede pensar que el presentador se confundió a propósito, con maldad, o como falta de respeto a la dignidad de la persona entrevistada? Por favor. Muchos periodistas hemos estado en esa posición. Los errores en el directo ocurren. Y si en un programa en el que hay múltiples entrevistas, en una de ellas se conecta con una persona de nombre femenino y aparece en pantalla una persona con rasgos masculinos y alopecia, me parece completamente entendible que se genere confusión. No hay que matar a nadie. Los errores ocurren. Y el presentador no tiene por qué saber que esa persona se identifica como mujer, si no la conoce con anterioridad.

Hace un par de días ocurrió algo con consecuencias aún más graves en una retransmisión de un partido del FC Barcelona. El futbolista Lamine Yamal estaba en imagen “dando unos toques” de fantasía con el balón, cuando el comentarista de Movistar+, el exfutbolista Germán Burgos, dijo jocosamente que “si le iba mal, siempre podría ir a un semáforo”. 

Evidentemente, se trataba de una broma -acertada o no- en referencia a los cientos de freestylers que hacen más llevaderas las esperas en los semáforos con sus trucos con el balón. Nada más allá que un chascarrillo. Pero las redes se incendiaron relacionando el comentario con la raza del futbolista. Fue tal la presión, que hasta el Barça decidió que sus futbolistas no dieran comentarios a Movistar+ tras el partido. La plataforma despidió a las pocas horas a Burgos, que seguramente a día de hoy sigue sin entender qué es exactamente lo que ha pasado. 

Estamos en la dictadura de los ofendiditos. De los que buscan y persiguen el fallo ajeno para hacer daño. De los acomplejados que piensan que todo lo que pasa en el mundo es en contra suya. Y lo peor es que eso afecta a las personas normales y corrientes, que solo quieren vivir y trabajar en su día a día sin molestar a nadie. Al final, lo mejor para evitar problemas de este tipo va a ser no hablar. Y entonces la dictadura de los ofendiditos habrá logrado su objetivo.

 
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