El arte de la guerra y Ucrania

La relación entre el libro de Sun Tzu y el actual conflicto con Rusia

Guerra en Ucrania.
Guerra en Ucrania.

Indicábamos en un artículo publicado en este mismo medio el 14-2-2022, la similitud entre la crisis de los misiles de Cuba de 1962 y el actual conflicto de Ucrania. En aquella operación, bautizada como “Anádir”,- como repuesta al nuevo plan secreto de EE.UU. de invadir Cuba, eran misiles nucleares rusos  apuntando directamente a Norteamérica. En esta ocasión son misiles nucleares instalados en Polonia, Checoslovaquia y demás repúblicas bálticas apuntando directamente a Rusia, y que es resultado, de la incorporación de dichos países a la O.T.A.N. tras la desintegración de la antigua Unión Soviética, contraviniendo así, el acuerdo firmado entre ambas principales potencias en 1997, según el cual, Moscú facilitaría el fin del Pacto de Varsovia, a cambio de que la O.T.A.N., no se ampliara hacia el Este, pacto que se incumplió ya en 1999 con la incorporación de esos países y otros de la misma zona regional, ampliación que pretendía hacer extensiva y abarcar también a Ucrania. En otras palabras, “el águila” pretendió acorralar e intimidar al “oso”,  ignorando su espacio vital de” seguridad”, y su “statu quo” como real y efectiva potencia nuclear, alterando con ello el orden político militar mundial.

La respuesta de Rusia, -que ya había avisado en los años 90- lejos de ser visceral, lleva muchos años gestándose, y durante décadas proyectó su reorganización económica y militar. La invasión de Ucrania, antes solo teórica en un descarado juego del gato-ratón (mientras paralelamente realizaba ejercicios tácticos “in situ”), todo ingeniado por la mente de su maquiavélico e incombustible mandatario, para quien la democracia también es relativa, se ha materializado en la actualidad como nueva realidad y reto a afrontar.

Rusia no ha dejado nada al azar dentro de lo previsible (táctica y estrategia). Ha acaparado divisas y oro, acumulado reservas fiscales, y cuenta con el apoyo del precio del petróleo y gas, teniendo asegurado su principal cliente que es China. Ha sabido esperar la confrontación económica- militar de EE.UU con el gigante asiático con similares pretensiones de expansión territorial, con quien estrechó potentes lazos políticos y económicos en previsión de las seguras sanciones económicas de Occidente; región europea oriental, que a su vez, sufrirá el corte de la energía de gas ruso en pleno invierno y que difícilmente podrá suplir con una improvisada logística de importación americana. V. Putin, también  es consciente de la líquida economía pospandémica global, que no permite el mínimo frívolo desliz presupuestario, menos para una nueva absurda carrera armamentística y con fines suicidas en un mundo atomizado y a la vez  atómico; falta de gasto militar que durante décadas precisamente afectó a la Alianza Atlántica, como resultado, paradójicamente, de no tener un aparente enemigo desde la Guerra Fría; mientras Rusia por el contrario, se rearmaba con un ingente presupuesto militar; organización militar atlántica, que no pasa además por sus mejores momentos, a raíz de sorpresivas nuevas alianzas estratégicas exclusivas de determinados países anglosajones. Si ello fuera poco, hay que sumarle la crisis democrática actual, que a modo de gangrena interna, asola a EE. UU, con un exlíder con verdaderas posibilidades de retornar al poder y que vitorea nada menos que al rival.

¿Cómo afrontar esta nueva encrucijada histórica? Tal vez la respuesta, “aparentemente”, tendríamos que buscarla en el manual clásico del General Chino Sun Tzu, “El Arte de la Guerra”, escrita en el S.V a.C., y que inspiró el similar libro de Maquiavelo en el S.XVI.

Sun Tzu, entendía el tratado, no solo como arte militar, sino también como una pura enseñanza de estrategia suprema y autónoma, tendente a aplicarse como sabiduría del conocimiento de la verdadera naturaleza humana en momentos clave de confrontación, buscando las “raíces del problema” para dar una “solución”.

La primera aproximación es obvia: la raíz del problema actual, la “causa”,  fue creada por Occidente y la analogía con la crisis de los misiles es patente, por lo que la lógica humana debería buscar una solución similar (a modo de jurisprudencia política) que diesen plenas garantías a ambas partes en conflicto, dejando así las fronteras de Rusia libres de armas bélicas, que creo que es el “objetivo principal” del mandatario ruso; pero para ello, requeriría unos líderes carismáticos y reflexivos que no existen, a diferencia de la época de Nixon y Mao, cuyos acuerdos permitieron una larga estabilidad mundial (actualmente agotada), aunque en el fondo, el interés mutuo de ambos, -en especial del americano-, era también desestabilizar precisamente la Unión Soviética. A la larga, esa “apertura” a los mercados que se permitió a China, si bien logró erradicar el hambre y pobreza de su población, dado su extraordinario éxito,- fruto del error del liberalismo de practicar el “libre mercado” frente a las desiguales reglas del comunismo-, ha generado “el principal problema actual para Estados Unidos”, pues el gigante asiático ahora compite por el liderato mundial tanto en lo económico, como  en lo militar, cosa que paradójicamente ahora, cambiando las tornas, aproxima Rusia a China por intereses  nacionalistas comunes en cuanto a expansión territorial (Ucrania-Taiwán y el mar de China); deseos de expansión asiática  que a su vez provocó esa nueva discordia y recelo  interno en la OTAN. a raíz de esa sorpresiva alianza anglosajona propiciada por EE.UU., Inglaterra y Australia tendente a controlar esa nueva zona conflictiva del Indo-pacífico.

La segunda aproximación, es que Ucrania es solo la “punta del iceberg” del problema de la crisis política de Occidente y del liderazgo de EE.UU. con intereses tan dispares y diferentes a sus miembros, impidiendo incluso solapadamente  que la U.E. tenga su entidad militar propia, por lo que, más que tender a hacer un nuevo reequilibrio mundial, en realidad lo está desestabilizando por esa carencia de visión global coherente al nuevo orden mundial que se está imponiendo de facto, realidad nueva que es preciso  afrontar directamente en la “O.N.U.”,  buscando ese nuevo equilibrio de poderes que debe sumar plenamente  a Europa y China, pues ya no es un mundo bipolar sino a cuatro bandas. Al contrario, en su clara miopía, Norteamérica pretende seguir dividiendo, fraccionando e ignorando esas nuevas realidades, mientras a la vez titubea, entre seguir imperando o replegarse a sus fronteras (Trump–Biden), cuando no alterando para peor la situación internacional, como aconteció con la primavera árabe auspiciada por el premio Nobel de la paz, Obama, o la previa invasión catastrófica de Irak, o lo posteriormente acontecido en Afganistán; falta de pericia e inestabilidad, que ahora traslada a Europa y que nadie resalta.

A lo anterior, no hay que olvidar el tema delicado de Irán y Corea del Norte, o la propia desestabilización que también causa Israel en Oriente Medio, todo ello sin una clara política global mínimamente coherente.

La solución al problema causado por esa errática política occidental y por los actos de la O.T.A.N contraviniendo pactos previos, no pasa por hacer grandilocuentes advertencias económicas o amenazas militares desde el Consejo europeo, o como están haciendo algunos líderes nacionales por diferentes motivos: intentar asegurar su mera ya cuestionada aptitud para dirigir el país; otros por estar en plena campaña electoral; o estar simplemente presionados en sus fronteras, puesto que ello tendrá costes colaterales como ya estamos viendo en las volátiles bolsas bursátiles, inflación y costes desbocados de materias primas y energías, éxodos de refugiados… Tampoco será solución mandar más contingentes militares a posicionarse en las mismas fronteras polémicas, excitando así más visceralmente al contrario quien,  posiblemente actúa  así,  por sentirse acosado y minusvalorado. Menos aún, proseguir con esa peligrosa dinámica de expansión militar iniciada en los años 90, de pretender incorporar a Ucrania, cuando el rival lo ve como acto de auténtica agresión territorial y más con un líder con poderes políticos y militares cuasi absolutos, con una personalidad tan especial como nos tiene acostumbrados, y que llegará si es preciso hasta el final, pues tiene por norma no anteponer la ética en los medios para conseguir sus  fines. Tampoco con visitas y apoyos de determinados mandatarios a Ucrania, ni vendiendo y enviando material militar que incremente la ya difícil solución racional existente en el conflicto, que deberá solventarse en un foro internacional de donde deriva realmente el problema.

La solución, pasará en definitiva, por una visión despolitizada de ideologías políticas, económicas o militares, lejos de una torpe visión miope de bloques, que busquen el bien e interés común, y que tienda a un entente equilibrado de los múltiples intereses  confrontados que incluya los nuevos actores internacionales, todo ello si queremos lograr un equilibrado nuevo orden internacional que es lo que en el fondo se pretende ignorar.

Observarán que esta solución es contradictoria con el tratado del Arte de la Guerra, puesto que sus aproximadas veinticinco normas, ingeniadas por un general, son lógicamente tendentes a la guerra y no a la paz. La razón de ello, se justifica en que V. Putin las ha empleado todas, y como “engaño” que representan en su conjunto para confundir al enemigo, es precisamente lo que ha conseguido, que el adversario caiga en ese erróneo juego y también equivocada e inconscientemente las practique,. Ello solo puede indicar una cosa, que Rusia va a por todas buscando la confrontación total y sin importarle las consecuencias, incluso recuerden que negociaba en el Consejo de seguridad de la O.N.U. mientras tenía ya previsto atacar, hecho que nos hace recordar Pearl Harbor en 1941. En definitiva, sea por “ases” aun no enseñados, o por la simple desesperación temeraria de un nacionalista que se siente acorralado y a la vez añorante del viejo imperio,  lo prudente, sería no seguir tentando la suerte, y hacer lo que la lógica y el raciocinio humano ya de por si  aconseja, más si la pelota o “bomba” está en nuestra  misma casa. Tengan por seguro, que si en vez de rebaño y burócratas, hubiesen auténticos, carismáticos y coherentes líderes, sopesando y diferenciando  simplemente la “ causa- efecto” real del problema,  no habríamos llegado a estos extremos de guerra abierta  y el consecuente sufrimiento de inocente población civil.

Felipe II ya lo expresó en su máxima: “Nada es eterno bajo el Sol”. Todo llega, todo pasa, se hace camino al andar, y esa nueva senda, que hemos de afrontar, no nos debe asustar.

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