PSOE, socio preferente de Bildu

Y en tanto ambos se ahogaban al sortear el estanque, el alacrán, a lomos de la rana le decía: "No puedo evitar ser lo que soy ranita y es por ello que te he mentido e inoculado mi veneno". (Fábula del alacrán y la rana)

Llevo varias semanas sin someter a mis escasos lectores, si alguno hay, a la tortura por un equivocado sentimiento de afecto a mi persona de perder su tiempo con la lectura de mis ocurrencias.

Existe otra razón, creo más importante que me impele a escribir sobre asuntos que, por saturación, pierden su vigencia ante nuevos sucesos, mejor llamar vilezas que día tras día encubren las sucedidas en el día anterior.

Confieso que en mis inicios como cronista aficionado puse el foco en lo que ha resultado "ser y estar" bajo mínimos de existencias en las estanterías de líderes y-o estadistas, razón, aunque no la única en que se confirma la conocida como ley de Murphy, adagio según el cual, «todo lo que puede salir mal, saldrá mal»

La responsabilidad de cómo y por qué se ha llegado a la penosa situación actual, fundamentalmente en el orden institucional, que no el único, sería injusto hacerla recaer "exclusivamente" en un aventurero que se evidencia como fosa séptica de cuánto jamás debe enturbiar la acción de un mandatario político, de un personaje cuya miseria moral ha culminado con la conversión del PSOE, partido que lidera, en socio necesario y preferente, que no a la inversa, de una organización terrorista que fue hasta tiempos muy recientes la fuerza de choque de un partido nacionalista cuyo objetivo era y sigue siendo la segregación de las provincias Vascongadas de la Nación española.

Y sí, hablo de la banda criminal cuyos miembros figuran hoy en las listas electorales de aquella región, de braceros asesinos que sacudían con la satisfacción y el beneplácito de ese tan importante partido nacionalista las ramas del nogal cuyas nueces recogía cuan cosecha ensangrentada, ese mismo partido que a día de hoy intenta, ya sin ellos, seguir liderando aquella sufrida región.

Todo esto confirma estamos ante un individuo que dice y pretende la gobernación de España en el que se evidencian el impudor y la amoralidad que le caracterizan y acompañan en sus actos con gestualidad y muecas exentas de mínima convicción, características estas del mentiroso en que evidencia que "ni él mismo cree sus mentiras".

Durante años he relatado se trataba de un sujeto que paulatinamente y en función a sus necesidades personales, había ido incorporado a su corte un enjambre de adeptos a los cuales, en términos prosaicos y a costa de nuestros impuestos ha dado un medio de vida, razón por lo que entienden le deben cuanto son.

Esta es, en mi opinión, una de las razones, tampoco la única, de la proliferación de tales personajes en gran parte prescindibles y a cuyo frente está "ÉL", máxima y genuina representación de la mentira sistemática, de la impostura sin atisbo de pudor y afectado de narcisismo más allá de lo patológico.

 

En definitiva, señas identificativas de personajes in mente de todos y relapsos de la mentira cuyo envilecimiento por ansia enfermiza de poder, llevaron a las Naciones que decían liderar a la ruina y la tragedia absolutas cuya recuperación solo fue posible con la caída de estos caudillos convencidos que la solución de los problemas que afectaban a "sus países" pasaba por cambiar de ciudadanos dado que no les merecían.

Entiendo hay principios en los que un gobernante, con independencia de posibles y no deseados desaciertos en su gestión debe prevalecer, por encima de cualquier otra consideración, la intención de mejora de la vida de los ciudadanos gobernados, cuestión imposible con personajes del jaez y único propósito del poder por él poder y medro enfermizo de sus personas.

Como reflexión final afirmar que la mentira inoculada en la ciudadanía no provoca la lógica y normal aversión hacia quienes sistemáticamente la practican, mentira hoy erigida como la más genuina protagonista de la política nacional y lo peor, ser aceptada por la ciudadanía como su ingrediente más "normal".

Entiendo en la aplicación de dicha mentira dos posibles versiones:

  1. La más reconocida y que llamo "activa" al hacerse visible en el corto plazo la la intención dolosa de engañar haciendo lo contrario de lo que se piensa y dice.
  2. La más sibilina, que llamaré "pasiva" porque los más importantes asuntos suelen quedar aparcados en el tiempo, ello en espera de una ejecución de la se encargaran, así lo creen, quienes vengan detrás.

En fin, apagar las televisiones y votemos solamente cuando exista la posibilidad real, a día de hoy no implementada de exigir, con medidas coercitivas, el cumplimiento de sus promesas a quienes la experiencia indica nos seguirán mintiendo.

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