Javier Fumero

Ya no hay cadáveres de ETA

“A todo se acostumbra uno”, decía mi abuela. O al menos, alguna vez creo haberle escuchado decir algo así. Y es verdad. Nos acostumbramos a todo. Incluso a los grandes momentos, a las grandes gestas, a las situaciones más extraordinarias.

Hubo un tiempo en el que este país vivía con el miedo pegado al cuerpo. Miedo a las bombas lapa, al disparo en la nuca, al secuestro en zulos, a las ollas cargadas de metralla, a los lanzagranadas frente a los acuartelamientos, al Tytadine, el amonal, la pentrita, la cloratita y el cordón detonante, a las troqueladoras de matrícula, a los 9 milímetros Parabellum...

El terrorismo de ETA dejó una huella imborrable en la vida de muchas personas. Unos tuvieron que exiliar. Ya saben: dejar el hogar, la tierra que amas,el trabajo, cortar las relaciones de siempre... y buscar acomodo lejos de la patria para proteger a los tuyos. Terrible.

Otros se quedaron, mirando a los ojos a la bestia. Y un puñado de ellos pagó la osadía con la vida propia, o la de algún ser querido.

Hoy, España es un país sin cadáveres de ETA en las cunetas. Sin fotografías de cuerpos mutilados, niños llorosos, madres y esposas desconsoladas, ni coches calcinados en las portadas de los periódicos. Sin funerales, ni banderas a media asta por luto oficial.

Yo no me quiero acostumbrar.

Más en twitter: @javierfumero

 
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