José Apezarena

Quién cuida de la tienda

Un conocido chiste relata cómo un viejo comerciante judío a punto de expirar va preguntando a sus hijos, uno por uno, si se encuentran presentes. Todos van confirmando que sí, que están allí. En ese momento, el agonizante exclama, enfadado: ¡Entonces, ¿quién está en la tienda?!

Ese viejo relato me viene con frecuencia a la imaginación cuando analizo algunas de las decisiones que va tomando este Gobierno en ámbitos altamente sensibles, como la educación, la sanidad, la justicia y hasta la seguridad...

Resultan especialmente llamativos algunos a recortes en materia de salud. Como por ejemplo, el copago impuesto a pacientes crónicos y de larga duración, enfermos de cáncer, diabéticos, con VIH... O los recortes en las prestaciones a jubilados.

No se entiende muy bien cómo, por unos ahorros teóricos, discutibles, y en muchos casos bastante menores en el conjunto de las cuentas del Estado, se agravia a los colectivos más necesitados y castigados. Con el consiguiente malestar que ello provoca en amplias capas de la población.

Da la sensación de que algunos toman decisiones sin pensar que detrás existen grupos y personas muy vulnerables, a las que, precisamente por su condición, en lugar de castigar habría que proteger y ayudar.

Es como si en el Gobierno faltara alguien encargado de velar por las consecuencias globales que provocan iniciativa sectoriales, medidas sueltas que perjudican la imagen general del Ejecutivo y, por tanto, sus expectativas electorales futuras.

No pocas veces me asalta la cuestión de si existe esa persona o instancia con visión de conjunto, que cuida la totalidad de la acción gubernativa, y modera y matiza a ministros desbocados. Y tomo la pregunta de la anécdota recogida al principio: ¿quién cuida de la tienda?

 
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